Semana Santa

El duro desenlace de las incertidumbres

  • l santa fazLa Santa Faz decide quedarse en la Trinidad justo cuando una tormenta descargaba sobre la ciudad y después de una tensa espera de más de una hora de incienso y nervios

El niño que porta el capirote en la mano junto al paso del nazareno de la Santa Faz sabe que el mundo de los mayores se complica cuando llega la hora de las decisiones. Quizá por ello acepta con resignación y con la mirada baja que su padre no le responda tras lanzar al aire cargado de incienso la pregunta de rigor: "Papá, ¿salimos?". El padre no dice que no. Tampoco asiente. Disimula, se va hacia la sala aledaña a la sacristía del templo y enciende un cigarro apoyando una de las piernas sobre el azulejo andaluz que reviste la pared. Muy cerca se halla reunido el cabildo de aguas, que decide consumir las prórrogas. Alguno de sus miembros han salido a La Victoria con la túnica para atisbar la procedencia de las nubes.

La tarde avanza. Son las 16:45 y han pasado 30 minutos que pesan como una amenaza gris. "Llueve en el Parque Cruz Conde, llueve mucho". Cunden por la sala las palabras de un hermano costalero. Es curiosa la capacidad del ser humano de ver la realidad desde distintos prismas. Los que quieren salir a toda costa ven el cielo hacia los claros y citan la valentía de las cofradías del día anterior, que arriegaron con las mismas nubes. Los que optan por la reserva hablan de los torrentes de Sevilla, de que vienen nubes negras. Alguno de éstos afirma: "Me han dicho que llueve en..." y lanza el nombre de un lugar cercano. ¿Será verdad?

Llegados a este punto, nada mejor que un chaparrón intenso, aunque sea puntual, para poner a todos de acuerdo y acabar con la incertidumbre, que es lo que merma los centros de la paciencia. Más allá de la tarde, a eso de las 17:35, con las prórrogas acabadas, el cielo rompe y los tambores pasan para retumbar en el templo. Es cuando Florencio García Solís, diputado mayor, comunica que la Santa Faz no hará estación de penitencia con un silencio tan duro como el monocorde sonido de algunos llantos aislados. La Santa Faz, una hermandad que siempre ha arriesgado, como reconoce uno de sus capataces, no puede negar la evidencia y se queda en casa. El párroco de la Trinidad, José Juan Jiménez, alude a la responsabilidad de la Junta de Gobierno porque "es imposible salir así" y al momento recomienda a todos cómo se organizará la hermandad ante este extremo. Es momento de rezar, de cumplir con el culto a los titulares. Suenan los sones musicales del acompañamiento de los dos pasos como consuelo menor ante el inevitable dolor de quienes ven en versión reducida lo que pudo ser y no fue. Salen los más pequeños del templo. Las madres esperan en la puerta. También el de la Santa Faz mira hacia la suya, la de la Trinidad, mientras ambos presiden el templo y esperan a los fieles. Permanecen allí el tiempo previsto para la estación de penitencia. La incertidumbre termina. Es momento de recoger el alma en el ambiente cargado del templo. Ya nada del exterior importa.

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