La Misericordia

Un cortejo con sabor a despedida

  • El paso del Cristo sale por última vez tras cerca de siete décadas haciéndolo

En el barrio de San Pedro, por esa suma de momentos cofrades que suelen acompañar a las grandes ocasiones, daba ayer la sensación de que iba a ocurrir algo diferente. Era Miércoles Santo y, como marca la tradición, el Cristo de la Misericordia y la Virgen de las Lágrimas salieron al atardecer, él aprovechando los últimos haces de luz y ella casi metida en la noche. Nada podía fallar, no podía llover -y no lo hizo-, en una emotiva procesión con un intenso sabor a despedida. Ayer, y después de 67 años, fue la última ocasión en la que el crucificado de la basílica de San Pedro presidió la estación de penitencia sobre su antiguo paso, el primero de madera dorada que hubo en la ciudad.

A quienes asistieron a ese desfile de 1943 cuando se estrenó el paso -entre ellos estaba la cofrade ejemplar de este año, Pilar Melguizo, hermana de Francisco Melguizo, fundador de la cofradía- se les notaba una mayor tristeza. En su infancia y juventud vivieron aquella campaña de cuestación con la que se pretendía engrandecer el patrimonio de esta hermandad con la adquisición de una pieza que marcó un antes y un después en este tipo de talla en la capital. Pilar, que por entonces tenía sólo 12 años, recordaba ese ir y venir de cofrades en busca de su hermano para definir el paso que diseñó Rafael Díaz Peno y en el que trabajaron, entre otros artistas, Francisco Santiago Díaz y José Castejón.

Pilar, como otros veteranos de la Misericordia, fue fiel a su cita con el crucificado que llegó a San Pedro de la iglesia de la Magdalena y acompañó a su Señor. No se quería perder el adiós al paso al ha seguido durante casi siete décadas. Dicen que la pieza que está previsto que la sustituya el año que viene será muy similar, casi gemela de la actual, pero es inevitable que se entristezcan por el cambio.

Bien sea por la despedida o por esas inmensas ganas de disfrutar con la Semana Santa que hay este año, lo cierto es que el bullicio en el entorno de la plaza de San Pedro parecía superior al de otros años. En la calle de La Rosa y en Escultor Juan de Mesa, por citar sólo algunas de las vías más próximas a la plaza en la que se levanta la basílica, no quedaba hueco para nadie y la mejor muestra de que esto ocurrió así es que las bandas que acompañan a los titulares -la Merced y la Esperanza- lo tuvieron muy difícil para abrirse paso entre el gentío.

Si alguna pega puede ponerse a esta brillante tarde-noche de silencio blanco en San Pedro fue la molestia que causó la retransmisión del partido de la Champions -Arsenal-Barcelona- en un bar muy próximo a la iglesia. "Que lo bajen o que lo apaguen", dijo una señora mientras se jaleaba una buena jugada del Barça.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios