El carácter cirineo de los vecinos de San Lorenzo
El Calvario
Los nazarenos de Santiago tuvieron presente a un cofrade que falleció en septiembre



San Lorenzo es uno de los barrios más especiales -para muchos el que más- desde el Miércoles de Ceniza. Y lo es más todavía en Semana Santa, entre otras cosas porque desde su personal plaza arranca la procesión de las palmas y porque desde su templo salen hasta tres procesiones. Sus vecinos lucieron la mejor de sus galas en la mañana del domingo para asistir al cortejo de la Borriquita, se sobrecogieron como nadie ante el tenebrismo de Ánimas y en el atardecer del Miércoles Santo se convierten en los cirineos más fieles de la ciudad al acompañar al Señor del Calvario y lo acompañan hacia gólgotas como Las Tendillas y, sobre todo, la Santa Iglesia Catedral.
Basta con echar un vistazo a los balcones, las terrazas y las azoteas de calles como el principio de Jesús del Calvario -homónimo al titular de la cofradía- y el final de Santa María de Gracia para percibir el ambiente festivo que emana de estos cordobeses. En San Lorenzo cada uno le ofrece un obsequio diferente y singular. Del balcón central de la taberna de Casa Luis pende la imagen de Nuestro Padre Jesús del Calvario sobre un terciopelo morado. Un grupo de fieles arrojan numerosos pétalos de rosas y claveles rojos cuando los titulares abandonan el pórtico de la restaurada parroquia. También hay en torno a una decena de colgaduras rojas y de diferentes tamaños en los balcones del barrio.
Pero ese carácter cirineo y servicial que identifica cada año a los fieles de San Lorenzo -lo demuestran no sólo con sus hermandades sino también con todas las que pasan por el barrio- se percibe con la misma claridad en nazarenos, costaleros y músicos que recorren la ciudad junto a sus titulares por las calles de la capital. En el caso de la cuadrilla que lleva el paso del Señor cabe destacar además que en esta tarde-noche se cumple el 25 aniversario de su creación. En el rostro de alguno de sus componentes, sobre todo el de los más veteranos y que, por tanto, se han pasado media vida bajo las trabajaderas de este retablo dorado, se percibe cierto sentimiento de orgullo.
Son incansables cirineos del Señor del Calvario, esa talla que tradicionalmente se empleaba para bendecir las huertas del campo del Marrubial cuando aún no había viviendas. "¡Qué bien lo hacéis, chiquillos!", espeta una señora en una de las levantás de la calle Santa María de Gracia ya camino de la carrera oficial. Es el momento en el que unos rompen el silencio con aplausos y otros se cruzan de brazos, se santiguan o tratan de rozar el paso con la yema de los dedos.
La tarde se va echando en Córdoba y los rayos de sol ya sólo iluminan un tercio de la fachada del templo, la torre y su singular rosetón. Los vecinos se desprenden de las gafas de sol y la brisa suave que corre por la plaza hace casi obligatorio contar con una manga larga. El Señor ha salido, pero aún no su Madre, la Virgen del Mayor Dolor. Los sonidos de la marcha procesional Nuestro Padre Jesús del Calvario hacen que los fieles dirijan su mirada a la puerta de la iglesia, donde se intuye la presencia inmediata de la titular, bien iluminada por su candelería y cobijada bajo su palio de cajón.
La noche es cerrada en la Catedral y pasadas las diez se aproximan los pasos del Calvario, un cortejo formado por más de dos centenares de nazarenos, una cifra superada ampliamente por los penitentes que, vestidos sin hábito, van tras los pasos del Señor y el de palio de la Virgen del Mayor Dolor.
Es en la Catedral cuando los cirineos de San Lorenzo empiezan a pensar en su regreso al barrio, ese mismo escenario que horas atrás bullía con muchos centenares de vecinos y fieles de toda la ciudad. Allí se acaba la Semana Santa de este barrio tan cofrade.
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