Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
LA paz
Poco antes de las 18:30 un grupo de costaleros se fajan en la calle Ramírez de las Casas Deza, otros en la puerta de la Biblioteca Viva de al-Ándalus y algunos otros en la Cuesta del Bailío, que ya huele a incienso. Capuchinos bulle. La hermandad de La Paz espera su salida.
Los nazarenos van entrando en la nave donde esperan los pasos, donde espera Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y Nuestra Señora de la Paz y Esperanza, que este año estrena manto. Blanco. Inmaculado. Espectacular y brillante. Dos guardias de una empresa de seguridad privada cumplen con su función: evitar que la bulla se adueñe de la salida. Algo que también piden los servidores de la hermandad. Al tiempo, el diputado de horas espera a cumplir con su función. La puerta se abre y se cierra, los últimos penitentes aún entran. “El Cristo va a rueda porque el caballo es muy alto y el palio se lleva de rodilla”, apunta un costalero de repente. Algo que se agradece saber. Como que por la imagen, según narra Pedro Cabello, Juan Calero pagó 1.000 pesetas en 1939 al escultor Martínez Cerrillo tras saber que un cofrade de la provincia se quedó prendado de ella y quería pagar el doble de lo estipulado con la hermandad.
Por fin. El diputado de horas cumple con su función y da los tres preceptivos golpes con la vara, no con la mano. Poco a poco, los nazarenos salen, poco a poco toman parte de Capuchinos. Algunos llevan rosarios, otros van descalzos. La Agrupación Musical Santo Tomás de Villanueva, de Ciudad Real, con su uniforme de gala antiguo de la Guardia Civil toca la primera marcha sin que salgo el paso de misterio. Hasta que por fin se puede ver. “Con paciencia por Córdoba. Humildad al cielo”, dice el capataz del paso. El costalero anterior se vuelve y pregunta: “¿A qué es grande el paso?”. Aplausos y aplausos a cada paso que dan los costaleros.
De vuelta a la cochera, el director de la banda municipal sevillana Huevar del Aljarafe comprueba con un costalero de La Paz y la Esperanza el listado de las bandas que sonarán durante el cortejo. Y en su segundo le invitan a contemplar ese manto nuevo. La cara del director a su salida refleja lo grandioso del mismo. “¡Qué manto, qué manto!”, repite una y otra vez, sin salir de su asombro.
La espera se hace larga, demasiado. Los nazarenos salen, uno tras otros. Los primeros en ver a la titular de La Paz: los residentes del hospital de San Jacinto tras las ventanas. Las primeras flores aparecen, los primeros tintineos se escuchan ya, anuncian la salida de la Virgen de la Paz y la Esperanza, al igual que las rodillas que pueden verse bajo el palio. “Viva nuestra Señora de la Paz”, se oye, al tiempo que una joven le canta la primera saeta de la tarde.
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