Huerto

Peregrinos de San Francisco y oración en Getsemaní

  • Centenares de fieles cubren el Compás y la calle San Fernando en la salida · Reta a la meteorología y sale puntualmente

San Francisco bulle como si de un santuario hacia el que peregrinan millares de fieles se tratara. No es algo nuevo, pero en esta ocasión da la sensación de que el número de cordobeses que acuden a los alrededores de este templo se ha multiplicado con respecto al año anterior hasta el punto de que no cabe un alfiler ni en el compás de la plaza homónima a la iglesia ni en la propia calle San Fernando. Hay nervios y algunas dudas sobre si la cruz de guía de la Hermandad de la Oración del Huerto tomará la calle y los nazarenos de verde oliva darán color al viario que sube hacia la calle Capitulares. Los temores tienen su asiento en el vuelo bajo de los pájaros, las nubes arremolinadas y una previsión meteorológica que arroja un cierto riesgo de lluvia. Hay ganas de Semana Santa -muchas y es palpable- por el amargo sabor de boca que dejó 2011, cuando cerca de la mitad de las cofradías renunciaron a sus procesiones precisamente por el agua.

La cruz de guía sale de la parroquia a las seis de la tarde con puntualidad británica. Esta imagen, sin embargo, no termina de callar los malos augurios que se escuchan en cada rincón al analizar la meteorología. Delante de la cruz camina el diputado de horas con la clásica hoja de ruta en la mano. Lo hace sin titubeos, como si no existiera el más mínimo riesgo de lluvia. Es tarde de peregrinos que se desplazan de todos los puntos de la ciudad y también de penitentes de túnica color verde oliva que acompañan en el rezo a su titular, orante en Getsemaní. La oración es la protagonista en el Compás de San Francisco y la calle San Fernando. Mientras el Señor, llevado de manera elegante por la cuadrilla de costaleros, clava su mirada en el ángel, los músicos de la Redención interpretan Oración, los fieles se santiguan ante el titular, alguno de ellos incluso deja correr lágrimas por sus mejillas y hasta los aplausos tienen claros tintes de plegaría. 

 

La aglomeración es tal que surgen los ya clásicos encontronazos verbales al tratar de hacerse hueco y hasta un niño se pierde absorbido por la bulla -los agentes de la Policía Local encuentran a sus padres en poco tiempo-. La presencia de los cuerpos de seguridad, de los citados municipales y los nacionales es imprescindible para velar por un orden que pende de un hilo. Conforme va llegando a la calle Capitulares, el viario se va estrechando y no hay espacio para nada.

 

Por detrás, el Amarrado y la Virgen de la Candelaria representan el pasado y el dolor materno de la cofradía. Nadie se mueve de su sitio hasta que no ve cómo pierde de vista el manto de la Candelaria en la lejanía. El palio que cobija esta imagen ha ganado en esbeltez y verticalidad gracias a la altura ganada con el bordado de la crestería de las bambalinas laterales.

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