Subbética

Manuel Roldán resucita con su pregón la Semana Santa de Lucena desde la Capillita de Jesús Nazareno

  • Un homenaje convencido y categórico a Lucena, la gratitud a quienes directamente han confrontado la pandemia y la recreación del Viernes Santo articulan el pregón de la Semana Santa de Lucena

Manuel Roldán, durante su pregón a la Semana Santa de Lucena, en el año 2022.

Manuel Roldán, durante su pregón a la Semana Santa de Lucena, en el año 2022. / M. González

En tres tiempos –a los muslos, a la sangría y a hombro-, el pregón de la Semana Santa de Lucena regresó al año 2010 y, desde la posición de manijero de su autor, devolvió las procesiones a las calles de Lucena, donde confortarán a quienes más necesitan de ellas.

Manuel Roldán profesó, desde el presbiterio de San Mateo, un amor incondicional y convencido a Lucena; elogió el sacrificio afanado y la implicación inimaginable de los artífices principales en el alivio y cicatrización de la pandemia; y fraguó, en sus eternos cinco minutos previos, un Viernes Santo, para culminar en una salve compartida entre su Virgen de la Pasión y Ánimas y el Socorro que auxilia y consuela en La Capillita.

Un pregón rotundo, en su unión a Lucena y en la devoción nazarena; original, por el recorrido heterogéneo y ondulante; e irremediablemente conmovedor entre los magistrales sones melódicos de la marcha Amarguras y el Perdón, interpretados por el piano de Pepa Roldán –hermana del pregonero- y la viola de Pepi Izquierdo.

No soslayó dramas sociales como la violencia de género, los excluidos por motivos de sexto, raza o ideología, la inmigración ahogada en el Estrecho, la guerra por la invasión del ejército de Putin en Ucrania o las muertes prematuras. 

La entrega del Premio Cofrade Manolo Ramírez 2022 a Agustín Antrás Roldán, ejemplo fiel de valiente compromiso cristiano y la discreción y la humildad inamovibles, precedió al propio acto del pregón, emplazado a sólo unas tres horas del Domingo de Ramos.

Escuchada por vez primera a la Banda de Música de Lucena, dirigida por Miguel Herrero Martos, y sus deliciosas marchas procesionales, Daniel Ropero, testigo directo y actor principal de los polifacéticos ángulos vitales del pregonero, en sintonía con su manijero, amigo, cofrade y santero, empezó su alocución en las entrañas del Viernes Santo. En funciones de contraesquina, el presentador entregó a Manuel Roldán “la voz de todos los cristianos”, especialmente de aquellos “que no la tienen”.

La madrugada del Viernes Santo, la “puerta que enlaza a Lucena con el cielo”, por la “magia” que encierra y un fiel hermano de Jesús, “absorto”, desde sus primeros años, inauguró una manifestación de concordia cívica, lucentinismo militante y espíritu semanasantero enraizado y desplegado en Lucena.

Su desvelado homenaje a Lucena discurrió entre la Barrera y el Valle y desde San Francisco al Carmen. Ensalzaba Manuel Roldán Fernández, arquitecto de profesión, las virtudes de una Lucena “acogedora, tolerante, culta y educadora”.

De su ciudad, una “tierra aracelitana” -mariana, además, en su título-, abrazó para encumbrar hasta su “acento” que identifica a los hijos de estas latitudes, trabadas de futuro y emprendimiento, auguraba, en cualquier punto geográfico.

Una Lucena, “siempre en comunión con la casa del Padre”. El pregonero imprimió un sólido, refinado y persistente color percalina, de Viernes Santo, a las páginas de su creación literaria. El timbre de las seis de la mañana, y sus ramificaciones temporales posteriores, unió pasajes cohabitados con su padre hasta recrearse, año a año, en la ventanilla de la cera. Un segundo día del Triduo Pascual, siempre en su Lucena, que ahora ya comparten con hermanos, hijos y sobrinos.

Desde su niñez y su conversación premonitoria con el sacerdote Rafael Flores, sobre la reimplantación tipológica de San Pedro Mártir, introdujo, también, en su elaboradas y cuidadas páginas, a su madre, en una noche de vísperas, para Manuel Roldán, de crujías familiares y estructuras genuinas.

Un pregón nazareno, antes y después del 2010, y mariano, coronado en el primer domingo de mayo del 2017 y madurado desde su manijería de Las Servitas en la década de los noventa. E, indiscutiblemente, inclusivo, leal y lucentino.

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