Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
CALVARIO
La cera acentúa el dramatismo del rostro de la Virgen del Mayor Dolor. Avanza lentamente por el interior del templo, entre penumbras medievales, y se enfrenta a la reluciente piedra de la fachada de San Lorenzo. La tarde declina con lentitud y la candelería desciende a niveles terrenales para salvar la doble ojiva del atrio. El severo tocado de la titular de esta cofradía subraya la mirada implorante que se pierde en el calvario desnudo que preside el techo de palio.
En la plaza de San Lorenzo se generaliza un silencio que desgraciadamente no llega a todos los rincones. El ambiente lo requiere. La banda de la Asociación Musical Álvarez Quintero de Utrera comienza a desgranar unos sones lentos, lúgubres que desde el primer compás se integran a la perfección en el cortejo nazareno. La música avanza compás a compás tiñendo de tonos fúnebres los primeros metros que recorre el paso de Nuestra Señora del Mayor Dolor. Es Gólgota, la marcha compuesta por el cordobés José de la Vega para esta hermandad del Miércoles Santo, y que se estrenó esta pasada Cuaresma en la iglesia del Juramento.
La melodía de Gólgota es la recuperación de la memoria de esta cofradía de Jesús del Calvario, el Nazareno que hace casi 300 años llevaron en volandas unos vecinos de San Lorenzo al Palacio Episcopal para que lo bendijera en sus salones –un hecho inaudito en la historia cofrade de la ciudad– el obispo Marcelino Siuri, aquel en cuyo epitafio figura: “Padre de los pobres y constructor de muchas iglesias”.
Gólgota, que suena por primera vez en la calle este año, bien pudo acompañar a Jesús del Calvario camino de las huertas del Marrubial, acompañado de hachones y de viejos faroles de lata. Como también pudo hacerlo las veces que este Nazareno formó parte de la procesión oficial del Santo Entierro, en una Córdoba de levitas y chisteras en la mano a la luz de los faroles de gas.
Jesús del Calvario avanza ahora sobre el paso dorado de Guzmán Bejarano, luciendo una túnica corta con rocalla bordada en oro. Sobre sus sienes lucen las potencias punzonadas por Damián de Castro. Un ajuar de nuestros días para una imagen de siempre. El clavel rojo es el empedrado que pisa Jesús del Calvario camino de la Catedral.
Las largas filas de nazarenos morados atraviesan los barrios de siempre para cumplir con el viejo mandato de la estación penitencial ante el Santísimo. Atrás se queda San Lorenzo, la parroquia más cofrade de la capital, que cada año obra el prodigio de fusionar el pasado y el presente en el cortejo del Calvario.
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios