Prendimiento

Flores y nubes en los Salesianos

  • La hermandad con sede en María Auxiliadora adelanta su salida dos horas, cambia su itinerario y, por primera vez, hace estación de penitencia en el interior de la Catedral

San Lorenzo quiere ver a sus "niños" el Martes Santo. Por eso los vecinos se agolpan ante el santuario de María Auxiliadora y creen que golpear la verja de entrada ayudará a que el reloj avance más rápido y dé las cinco de la tarde, por eso la inercia invita a los vecinos a tirar pétalos de flores desde las azoteas cuando los pasos avanzan camino del Realejo. Llegar temprano y encaramarse a la verja de la entrada de la iglesia es un ritual para muchos jóvenes en la tarde del Martes Santo; si se hace tarde -porque para conseguir esta hazaña uno tiene que abandonar por un día la sobremesa reposada-, la única opción es penetrar en la multitud y apiñarse contra los pilares ocre y blanco del colegio.

Desde allí hay que aguantar de puntillas, colocar la mirada entre quienes sí han logrado su hueco sobre la verja y ver salir los pasos entre piernas y barrotes de hierro. A las cinco se abre el portón y, después de que se cumpla este protocolo, puede que se plasme otro rito, ese que dice que el viento empuja nubes sobre los Salesianos cada tarde de Martes Santo. "Otra vez no", pide un vecino que no quiere que los pasos se queden en la iglesia, como ocurrió el año pasado a causa de la amenaza de lluvia.

Mientras los nubarrones se deslizan sobre María Auxiliadora, los penitentes vestidos de azul inician un itinerario nuevo que, por primera vez, los llevará hasta la Catedral. Y pocos minutos después de las cinco, en el interior del templo, los costaleros del Prendimiento hacen la primera levantá mientras el capataz, Manuel Ramírez, los anima con voz profunda: "Venga la gente buena". La Marcha real que luego interpreta la banda de Gracia advierte que ha llegado el momento de mayor dificultad: "Vamos a quitarnos la espinita del año pasado. Todos por igual", indica el capataz al tiempo que el misterio gira en el interior del atrio buscando la puerta de la calle.

El viento mueve las palmeras del patio y las ramas de olivo del paso y apaga cirios cuando el paso ya está en la calle y una lluvia de flores roza las manos traidoras de Judas. Los vecinos de San Lorenzo deshojan flores desde las azoteas cuando en el interior de la iglesia el palio de Nuestra Señora de la Piedad realiza la primera levantá en honor de los difuntos de la hermandad. "Por primera vez nos vamos a rezar a la santa Iglesia Catedral", anima el capataz, Carlos Herencia, segundo antes de que los costaleros inicien la maniobra que pondrá a la titular en el atrio del templo.

Los vecinos de San Lorenzo piensan que los costaleros son "poetas de las trabajaderas", así que el capataz anima a los que inventan "versos con el caminar". Las 13 muchachas encaramadas a la verja de la iglesia siguen con las cámaras el vaivén del palio de Nuestra Señora de la Piedad en su camino a la calle, los candelabros que oscilan con movimientos leves y las nubes que corretean sobre el palio azul noche. Hay vecinos que en ese momento se esfuerzan en traspasar la férrea barrera de fieles y acercan el brazo para tocar el paso: ahora se aproxima a la fachada de las casas y los vecinos cumplen el rito anual de verter una lluvia de flores sobre la Virgen salesiana siempre que las nubes lo permitan.

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