Los ultimísimos de Filipinas
Puerto del Calatraveño
Los bomberos del CSI-CSIF han resistido casi dos meses acampados a las puertas del Palacio de la Merced como medida de presión para que el Consorcio acceda a sus peticiones laborales
HAN resistido como cosacos a las puertas del Palacio de la Merced [sede de la Diputación], igual que lo hicieron en 1899 aquellos soldados del ejército español que lucharon en el sitio de Baler contra los independentistas filipinos en aquella guerra que lograron estallar los Estados Unidos para conquistar las últimas colonias hispanas en ultramar -Cuba y Filipinas-. Cuentan los libros de historia que esos defensores de lo patrio aguantaron 337 días de asedio, mientras que un rápido vistazo a las hemerotecas revela que los bomberos del sindicato CSI-CSIF han apurado casi dos meses de pulso con el Consorcio Provincial de Prevención y Extinción de Incendios en forma de acampada reivindicativa. Desde aquel 5 de marzo de 2008 en el que montaron el campamento en perfecta comunión -también llamada plataforma sindical- con sus compañeros de UGT y CCOO, Alfonso Rosero [delegado del CSI-CSIF] y sus chicos han mantenido una perfecta batalla dialéctica con el comandante Fernando Expósito [presidente del Consorcio] y su lugarteniente Fernando Navarrete [el gerente]. Para ellos merecía la pena pasar frío o que les cayera el diluvio universal con tal de conseguir que se les reconozca un plus de peligrosidad, que se les amplíe la plantilla, que se instaure el turno de 24 horas, que se les suba el sueldo... El convenio laboral estaba por medio y en esa batalla no faltaron tampoco los disparos con la bala afilada de la palabra de Manuel Fernández y Rafael Castro [delegados de UGT y de CCOO, respectivamente]. Pasaban los días y ese pulso de a ver quien se quema antes lo empezó ganando el comandante Expósito, quien dejó desde un principio bien claro que no habría posibilidad de negociación a menos que los bomberos desmontaran el chiringuito. En cierta medida, tenía el conflicto agarrado por las mangueras con nueve expedientes de suspensión de empleo y sueldo abiertos a otros tantos efectivos por pintadas reivindicativas aparecidas en vehículos del Consorcio y de los que estaba dispuesto a olvidarse si dejaban el campamento.
En un intento de minar psicológicamente al enemigo, los bomberos contraatacaron con el volumen brutal y en sesión continua de unos altavoces a ritmo de heavy que escupían una y otra vez y a modo de declaración de intenciones esa canción del grupo Mojinos Escocíos que sentencia queremos pan, queremos vino, queremos al jefe colgao de un pino.
UGT aguantó el ritmo de batalla un mes. El 3 de abril sacó la bandera blanca y bajó los brazos en un intento de liderar una tregua a la que se apuntó CCOO tan sólo una semana después. La situación les quemaba. Tras esas marchas, Rosero y sus chicos se quedaron solos, en minoría y, mientras que en sus subsconscientes se repetía una especie de banda sonora musicada por el Resistiré del Dúo Dinámico, sus mentes empezaban a pensar que no se querían quedar fuera de las negociaciones "encubiertas" que creían que habían comenzado los que habían huido con el enemigo.
Como aquellos soldados del ejercito español en Filipinas que se rindieron en 1899, los del CSI-CSIF acabaron vivitos y coleando, aunque ellos defienden que para nada minados en el pulso con el comandante y su lugarteniente. Ahora toca una elaborar el tratado de paz del que saldrán las condiciones del nuevo convenio laboral y que continuará negociándose el próximo martes. Cuando concluyan esas negociaciones, quedarán cuatro años para una posible nueva guerra laboral si no se ponen las bases contra ello. La historia dice que los pulsos que mantienen los bomberos y el Consorcio a la hora de un nuevo convenio están llenos de pequeñas batallas en las que siempre se demanda más plantilla. Ojalá que ésta sea la última de Filipinas.
1 Comentario