Vega del Guadalquivir

Una ruta por el Bosque Encantado de Hornachuelos: senderos, cuevas y mucho misterio

El sendero del Bosque Encantado de Hornachuelos, cubierto de vegetación. El sendero del  Bosque Encantado de Hornachuelos, cubierto de vegetación.

El sendero del Bosque Encantado de Hornachuelos, cubierto de vegetación.

Escrito por

· Ángel Robles

Redactor

Los más antiguos del lugar solían decir: "En las cañadas del Fiel, cuando hay temporal, se escuchan las olas de Rota resoplar". Por gran ventolera que haga, hay que agudizar mucho el oído para captar el sonido de las mareas desde Hornachuelos, a más de 200 kilómetros del municipio gaditano. Aunque, por qué no, tal vez podría ocurrir: bienvenidos al Bosque Encantado, en el Parque Natural de la Sierra de Hornachuelos, un espacio que acaba de abrir al público y donde las leyendas y los misterios se esconden tras los almeces y los muros de piedra seca que amontonan siglos de existencia.

"Siempre se ha dicho que los arroyos subterráneos que por aquí pasan desembocan en el mar junto a Rota", insiste Andrés Fernández, el director de Cañada Verde, el centro de la naturaleza en cuyo perímetro se encuentra el Bosque Encantado, lo que antaño era una huerta árabe que en las últimas décadas había caído en el olvido. Con el tiempo, este espacio de unas cinco hectáreas ha sido ocupado por un singular bosque de almeces, un árbol que, como todo aquí, también tiene sus historias: el árbol del loto de la mitología griega era en realidad el almez y, según la leyenda, la tripulación de Ulises olvidó su patria tras comer sus frutos.

Este pariente de los olmos que puede alcanzar los 30 metros tiene un tronco uniforme que semeja la pata de un elefante por su corteza gris, delgada y lisa. Sus flores salen en primavera y son poco llamativas, a diferencia del fruto maduro, que es carnoso, negro, del tamaño de un guisante, con un hueso grande y que permanece a menudo después de la caída de las hojas. En el pasado, eran utilizados como golosinas en la zona sur de la Península. Y, lo más singular: crece aquí y allá, pero raramente forma rodales, que en Hornachuelos sí se pueden disfrutar. Y recorrer.

El sendero zigzaguea por senderos delimitados por muros de piedra seca, una técnica declarada Patrimonio Mundial por parte de la Unesco y utilizada desde tiempos ancestrales. En estos días de otoño, y debido a la humedad inusual que se registra en el entorno, un manto de musgo como terciopelo verde tapiza las paredes. Las hojas secas con los colores del otoño alfombran la senda. Hay que seguir adelante.

El camino entonces se adentra en la cueva del Bandolero, una cavidad con tintes míticos para los melojos, porque como su propio nombre indica aquí se escondían los malhechores cuando Sierra Morena era un lugar inhóspito y peligroso. El cronista oficial, Antonio Ortega, recuerda que estas cuevas de la Sierra de Hornachuelos conservan nombres y apellidos, como la de la Mesa de Tomajín, frente a la huerta del Rey, a poco más de un kilómetro del municipio y desde la cual se divisaba no solo el pueblo, sino también una amplia zona de la campiña que en días despejados podía llegar hasta cerca de Écija o a las inmediaciones de Palma del Río, y los bandoleros se sentían a resguardo.

También están la cueva del cerro del Peco, prácticamente inaccesible, entre la casa de los Molinillos y en lo que es hoy el embalse de Retortillo, así como la existente en el vado denominado en el argot del pueblo llano pasá Algeciras, llamada también de José María El Tempranillo, en la que incluso se pueden ver los pesebres para abrevar las caballerías. La última es la de la huerta del Fiel, la que se puede visitar en el Bosque Encantando, y desde donde los bandoleros desafiaban a las tropas de Fernando VII, que eran incapaces de localizar y capturar a los salteadores.

El sendero se asoma a pozos que parece que no tienen fin y descubre rincones de un bosque que antes fue huerta árabe y antes fue otro bosque. El resultado es un paisaje modelado por el paso de los siglos, domesticado a veces y otras agreste, porque al fin y al cabo esto es el Parque Natural de la Sierra de Hornachuelos, una de las zonas de Sierra Morena mejor conservadas de toda Andalucía, declarado Reserva de la Biosfera y Reserva Starlight por sus cielos estrellados. “Poco a poco, vamos creando nuevos rincones para que el itinerario cambie”, explica Fernández. Algunos de quienes ya lo han visitado, bromea, han escuchado el resoplar de las olas de Rota.

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