La ciudad y los días
Carlos Colón
Por el bendito nombre que nos reúne
sierra morena | análisis de un área productiva en crisis
Generan deliciosa miel y cumplen una labor vital para el medio ambiente, sin embargo, las abejas no atraviesan su mejor momento. El cambio climático y la falta de lluvias están provocando que estos insectos negros y amarillos estén desapareciendo y su índice de mortandad sea demasiado elevado. Al menos, es la visión que mantiene gran parte del sector apícola en Córdoba, una provincia en la que hay registrados -según datos de la Consejería de Agricultura- un total de 448 apicultores y 60.392 colmenas. Uno de estos apicultores es Lorenzo Ruiz, que tiene sus colmenas en la zona oriental de Sierra Morena y es responsable de Apicultura de COAG-Córdoba. Su mensaje es directo y alarmante: "la situación del sector apícola en Córdoba es muy mala". Como datos expone que la cosecha de este año se ha reducido en un 60 o incluso un 70%. Las razones de esta más que notable caída en la producción de miel en Córdoba es, a su juicio, "el cambio climático, que lo tenemos aquí". "Ha sido un mal año y ha hecho mucho calor que ha acabado con todo", lamenta.
¿Pero qué efectos tiene el clima y la falta de lluvias para las colmenas y sus moradoras?, pues según Ruiz, una de las consecuencias más notables y perjudiciales para la producción de miel es que "las abejas se quedan débiles". El apicultor detalla que las altas temperaturas provocan "no que haya muertes, sino que no haya abejas trabajadoras", además de que algunas plantas no den néctar. En un intento de revertir esta situación, son muchos los apicultores que, como Lorenzo Ruiz, optan por alimentar a sus propias abejas con "vitaminas y comidas ecológicas, a base de glucosa". Pero ni por esas. A pesar de introducir en las colmenas este combinado de vitaminas para "que las abejas estén más fuertes", la temporada de 2017 "ha sido la peor de los últimos 40 años", insiste. Como ejemplo, este apicultor describe su propia experiencia: "En mi explotación ponemos una bolsa de comida normalmente en Navidad para recuperar las colmenas; este año lo hemos hecho en agosto, pero no ha dado resultado".
Como dato técnico, este apicultor anota que las abejas obreras viven de media, según el trabajo que realicen, entre 35 y 45 días, mientras que la vida de la reina se prolonga entre dos y cinco años. Así, sostiene que un insecto como es la abeja "si trabaja mucho, vive poco". Ruiz incide en que estos insectos son muy necesarios y recuerda que "el 75% de los alimentos dependen de los polinizadores, de los que el 93% son abejas".
La caída en la producción de miel provoca, además, el incremento de precios. Ruiz asegura que esta temporada el coste de la miel ha pasado de cuatro euros el kilo a granel a siete o diez euros para el público. En este punto, advierte de que el 80% de la miel que se consume en España procede de China y asegura que este producto no es miel con todas sus garantías, sino "un jarabe de arroz, glucosa, maíz y otros productos que no sabemos cuáles son".
Quien también está preocupada por la situación que atraviesan las abejas es la Universidad de Córdoba (UCO), que desarrolla un proyecto en el sector apícola desde hace tres años. Se trata de un trabajo financiado por el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), aunque ya en 2013 un equipo de investigadores universitarios comenzó a trabajar de manera conjunta con miembros del departamento de Arquitectura de Computadores, Electrónica y Tecnología Electrónica para desarrollar un primer sistema de monitorización de colmenas. Sergio Gil forma parte de esta investigación y explica que "todo comenzó cuando nos dimos cuenta de que las visitas periódicas a las colonias de abejas no eran suficientes para conocer qué pasaba en estas colmenas, en un medio tan cambiante como el rural, y muy especialmente en un contexto de cambio climático como en el que nos encontramos". Licenciado en Veterinaria y doctorando en el Departamento de Zoología, detalla que los sensores en las colmenas "se han venido utilizando desde largo tiempo, aunque con un carácter más puntual para conocer las condiciones internas de la colmena en un momento concreto". En Córdoba, continua, "se han utilizado también para monitorizar contaminantes ambientales". En este punto, recuerda que el estudio que lleva a cabo la UCO -del que también forman parte la investigadora Victoria Gámiz y el profesor de Zoología José Manuel Flores- es, por el momento, el único de estas características que se desarrolla en España, ya que se trata de una investigación "a largo plazo, en la que se valora la evolución de las colmenas en respuesta a los cambios derivados del cambio climático, los cultivos y sus tratamientos, enfermedades de las abejas, y el propio manejo de los apicultores, entendiendo todos estos factores como un todo que interactúan entre sí".
El desarrollo de este trabajo conlleva varías líneas de actuación. Por un lado, se encuentra el desarrollo de sensores. Según Gil, "cuanto más conocemos de las colmenas, más datos echamos en falta para poder explicar de la forma más fidedigna posible cómo se comportan las abejas domésticas en respuesta a las condiciones que se puedan encontrar". La segunda línea de actuación se centra en la monitorización. "Hacemos controles muy exhaustivos del estado de la colonia en momentos claves, en los que valoramos niveles de población, reservas, presencia de enfermedades, y el estado de la reina, por supuesto". Esta información, junto con los datos que van obteniendo de manera continua de los sensores que están dentro de las colmenas permiten a los investigadores interpretar las consecuencias que tienen sobre las colonias de abejas sucesos como, por ejemplo, las olas de frío o calor, floraciones intensas, o la obtención de polen para consumo humano, entre otros.
El investigador también hace referencia al cambio climático y sus efectos sobre estos insectos, si bien, considera que se trata de "un proceso a largo plazo, y no podemos estar seguros de qué consecuencias podrá tener en una zona determinada y, por tanto, tampoco podemos estar seguros sobre la repercusión del mismo en las abejas". No obstante, asegura que "a nivel global, seguramente encontremos zonas en las que mejoren las condiciones para la apicultura, y otras en las que actualmente son muy buenas y podrían empeorar considerablemente". En el caso de la provincia de Córdoba, el investigador prevé que "el clima tenderá ser más caluroso y más seco, lo cual podría llevar a una reducción de la importancia de las floraciones, tanto silvestres como de cultivos de interés para la apicultura, con el perjuicio lógico para las colonias de abejas al disponer de menos alimento". Por otra parte, sostiene, que "los inviernos cada vez más cortos pueden dar lugar a una mayor presencia de depredadores como el abejaruco, o que algunas enfermedades presenten una mayor prevalencia, como por ejemplo la polilla de la miel o el ácaro varroa, que para nosotros sigue siendo el principal problema de nuestra apicultura".
Gil también alude a la desaparición de los últimos años de las abejas y anota que entre sus causas hay tres factores: la reducción de las floraciones por el cambio climático, así como por la agricultura intensiva; casos concretos de intoxicación por la indebida aplicación de fitosanitarios en cultivos; y las enfermedades cada vez más globales de las abejas. "Son muchos factores y, por tanto, no existe ninguna solución milagrosa", indica. No obstante, también anota algunas ayudas para revertir la situación como "instaurar márgenes florales de interés para los polinizadores, de forma que dispongan de fuentes más interesantes de alimento", además de seguir mejorando la formación de agricultores y técnicos a la hora de usar agroquímicos.
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