Subbética

Lucena imagina entre añoranzas la Bajada de la Virgen de Araceli

La Virgen de Araceli, en su camarín este domingo, 19 de abril.

La Virgen de Araceli, en su camarín este domingo, 19 de abril. / El Día

En la cumbre, guardando a Lucena, contra todo mal, reverdeciendo el inicio del himno que José María Pemán comprendió en 1948, la Virgen de Araceli aguarda en su camarín el final de la pandemia. Su romería de Bajada se pospone a un tiempo futuro, aún indeterminado, que los devotos anhelan entre la inquietud y la creencia. Un penúltimo domingo de abril sin filas interminables de jóvenes y mayores hacia el Santuario de Aras, privado de fandangos acompasados por vibrantes guitarras y desprovisto de esas íntimas miradas, entre la patrona de Lucena y su pueblo, que envuelven peticiones desesperadas, agradecidas promesas y confidencias impensables.

Las colgaduras en los balcones, las melodías genuinamente aracelitanas y centenares de mensajes revelados virtualmente defienden y transmiten el testimonio protegido en la Sierra y exaltado en el templo parroquial de San Mateo.

“Lucena sabe esperar”. “Hoy sigues escuchando nuestra plegarias desde tu Altar del Cielo”. “Cuídanos y protégenos desde allá arriba”. Un escueto y excesivamente sintetizado compendio del caudal de sentimientos tremolados, en las redes sociales, desde unos corazones incapaces de silenciar una nostalgia indeseada y una fidelidad innegable a la patrona de Lucena.

El regreso de la Virgen de Araceli, en el cuarto mes del año, instituido en 1884, simboliza una autóctona transición entre el misterio de la Resurrección y el júbilo glorioso y mariano. Los cohetes retumban a las tres de la tarde y proclaman el comienzo del retorno. Lucena, que se resignó ante la cancelación de la Semana Santa, continúa sin asimilar que por mayo, la Virgen bendita, no nos visitará. Ataviada de pastora, tradición felizmente recuperada en 1986, encarna el amparo de un campo andaluz, que entre verdes olivares y un cielo azul interminable, atraviesa antes de saludar a los internos de la residencia San Juan de Dios.

Un altar en un balcón de Lucena. Un altar en un balcón de Lucena.

Un altar en un balcón de Lucena. / El Día

Rafael Moreno, manijero que lo es y lo será de la Virgen de Araceli en su Bajada, menciona meritorias actitudes como “la tranquilidad y la paciencia”. Los medios tecnológicos le conceden entereza y cohesión a su cuadrilla en una jornada que, rodeados de su familias y de multitud de romeros, hubieran vivido, al son del mismo tambor, entronizando a la Virgen de Araceli hasta la plaza Nueva. “No os preocupéis, esto es un paréntesis y, cuando Ella quiera, la bajaremos”, ha expresado este domingo a sus santeros. Apela, con invariable convicción, a “la fe y a la devoción”, virtudes y sentimientos que envía, “sobre todo, a los enfermos” y augura que “será impresionante, después de todo lo que está pasando, la grandeza, multiplicada exponencialmente, de la bajada de nuestra madre a su casa”.

Entre el desconsuelo y la esperanza

Este inaudito y extraño domingo arrancaba con la misa, de consuelo y llantos reprimidos, que ha retransmitido, a las 09:30, desde el templo de la Sierra, Canal Sur Televisión. Una eucaristía, lógicamente a puerta cerrada, y presidida por David Aguilera, asistido por el sacristán Manuel del Pino. El vicario episcopal de la Campiña manifestaba, en su homilía, que “el reencuentro será con mayor alegría porque las cosas las valoramos más, sobre todo, cuando se pierden”. En la liturgia, han realizado las lecturas el hermano mayor de la cofradía, Rafael Ramírez, y la camarera de la Virgen, Rosa Buendía. Además, componentes de la Coral Lucentina, desde sus domicilios, y dirigidos por Víctor Nájera, han interpretado, telemáticamente, la salve y el himno.

La puerta de La Mina, nexo entre la Sierra y Lucena, permanecerá desierta a las 19:00 y el grupo de damas, elegido oficialmente para este año, no recibirá los ramos simbólicos, y de un significado inestimable, que les traspasan sus antecesoras. María Araceli Zamorano, aracelitana mayor hasta que la Virgen vuelva a subir, admite que “la sensación es muy rara, nuestro sueño se ha desvanecido”. En representación de sus seis compañeras, confiesa que, aferradas “a la esperanza y a la fe”, confían, sin vacilaciones, en que “Ella nos sabrá recompensar más adelante”. Relata, subrayando la unión que acopla a estas jóvenes, que “lo que nos hace que estemos aguantando cada día es que tarde o temprano podamos acompañarla”.

Los pétalos, los cánticos y los corales abrazos que unen a Lucena se ausentarán de la calle Maquedano y ningún “Viva Nuestra Madre” atronará, entre cohetes en la plaza Nueva. Una romería virtual, propuesta por la hermandad aracelitana, procura atemperar la melancolía y engarza, a lo largo del día, un rosario, poemas e imágenes de años pretéritos en plataformas digitales. A las siete de la tarde, las campanas de las iglesias de Lucena –y también multitud de tambores desde sus hogares- anunciarán la perpetuidad de la Virgen de Araceli y, dos horas más tarde, San Mateo llamará a su Patrona con las mismas resonancias y el himno de María Santísima de Araceli.

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