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Un apodo histórico que revive

El aumento de los incendios desde el mes de diciembre pone de actualidad el gentilicio oficioso con que se conoce a los vecinos palmeños

Los bomberos actúan en Guadex, el pasado mes de febrero.
Rafael Morales

10 de agosto 2015 - 05:01

Una costumbre muy arraigada en algunos municipios tiene que ver con la devoción por los sobrenombres -en ocasiones indeseados- o típicos motes, como se les conoce vulgarmente. Pero el hecho de calificar a otros sobrepasa en ocasiones los límites de las localidades y lleva a convertirse en una forma -cuanto menos curiosa- de identificar al conjunto de sus vecinos por encima del gentilicio oficial. Palma del Río, o mejor dicho sus habitantes, son conocidos en toda la comarca como los quemaos, un apodo que tiene raíces históricas y que en el último año ha recuperado su vigencia a raíz de una serie de sucesos ocurridos en la localidad, pues en apenas ocho meses han socurrido diez incendios.

Para encontrar el origen del adjetivo hay que trasladarse a la zona del conjunto histórico conocida como Arquito Quemado. Allí se encuentra la capilla de las Angustias incrustada en una de las torres de la muralla almohade -cercana a la calle Rosales- junto a la que fue puerta Norte de la villa en el siglo XIV. Estos restos del pasado llevan hasta Fray Ambrosio de Torres, quien en su Palma Ilustrada habla de una batalla acontecida en 1483 para vengar la derrota musulmana ante Luis Portocarrero.

En sus textos describe cómo los musulmanes que invadieron Palma del Río prendieron fuego a una de las puertas de la villa. Este hecho alentó a los defensores y cargaron contra los atacantes hasta derribarlos. Tras la épica batalla, los propios palmeños entraron triunfantes por dicha puerta, de ahí que se le pasase a conocer como Arquito Quemado. La mujer de Luis Portocarrero, Francisca Manrique, se encomendó a la Virgen de las Angustias durante la defensa de la villa, por lo que, debido el éxito, mandó que la imagen mariana fuese colocada en dicha torre frente a la puerta carbonizada.

Seis siglos después de esta defensa histórica, el alias se ha mantenido entre los palmeños. Y es que en los últimos meses diferentes fuegos han vuelto a revivir dicho adjetivo, aunque afortunadamente no se han lamentado daños personales. El primer susto de esta ardiente temporada sucedió en diciembre, cuando la Virgen de la Piedad ardió en su capilla del Hospital de San Sebastián. El accidente traumatizó al mundo cofrade palmeño y llevó a los vecinos a solidarizarse con la restauración, a lo que se sumaron ayudas de la Diputación y del Ayuntamiento.

Febrero fue el mes más problemático; tres incendios se originaron en menos de 24 horas, uno de ellos con grandes consecuencias para el economía local. El primero de esta serie se produjo en la noche del día 18 en una vivienda de la calle Rosales, en el barrio de Duque y Flores. Al día siguiente, la alarma saltó a primera hora en la hortofrutícola Guadex cuando un cortocircuito envolvió en llamas parte de las instalaciones. Una enorme humareda y el agrio olor de la naranja quemada marcaron la jornada hasta que a media mañana se mitigaron las llamas gracias a la intervención de helicópteros-canasta y de cinco dotaciones de bomberos. Este incidente llegó con la campaña citrícola en plena producción, por lo que las consecuencias se han notado en las familias que dependen de la temporada de naranjas y de otras hortalizas. Ya al mediodía, una vivienda de la avenida Santa Ana sufrió un amago de incendio en una cocina, si bien afortunadamente quedó sofocado rápidamente.

La mala racha ha seguido. En abril, una secadora dio el susto a los propietarios de un domicilio situado en la avenida de Andalucía, sin mayores consecuencias, mientras que en la feria de mayo, durante la última noche, el sobresalto llegó con las llamas provenientes del otro lado del río Genil, en la conocida como alameda del Suizo. Los efectivo actuaron eficazmente sin que se propagase por toda la arboleda. Otro leve incendio se desarrolló en junio, en un garaje al aire libre en la calle Ríoseco. Un mes más tarde, un concesionario de coches instalado en el polígono industrial Garrotal sufrió un repentino fuego por un fallo eléctrico que dañó el techo y tiznó de negró todo el establecimienito.

Y el primer fin de semana de agosto llegó marcado por dos avisos de incendio. Uno se produjo la tarde del sábado en una parcela de 200 metros cuadrados ubicada al final de la calle doctor Fleming, mientras que el domingo a mediodía se produjo un accidente casero en la avenida de Andalucía, un percance en la cocina que no llegó a más gracias a la hábil actuación del inquilino, las llamas no se extendieron. A pesar de toda esta cadena indeseada de sucesos, no se han producido daños físicos.

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