Una marea de colores inunda Añora en el día grande de las Olimpiadas Rurales

Los Pedroches

Los 48 equipos participantes desafían a las altas temperaturas para superar con éxito gran parte de las pruebas y acercarse al codiciado adoquín de granito

Las mejores fotos de la segunda jornada de las Olimpiadas Rurales de Añora

Varios participantes se esfuerzan en la carrera de sacos.
Varios participantes se esfuerzan en la carrera de sacos. / Sánchez Ruiz

Añora se ha convertido este sábado en un gran estadio olímpico. Sus rincones más simbólicos han sido tomados por una marea de colores que circulaba por todas las calles con motivo del día grande de las Olimpiadas Rurales. Los 48 equipos, cada uno con un color distinto de camiseta, han convertido la localidad en un pantone de colores para revivir con ganas e ilusión los juegos tradicionales. La noche del encendido de la llama olímpica rural ya dejó instantáneas en las que se podía vislumbrar a todos los equipos sobre el tablero, como la primera prueba del salto a piola, en el que el campo de fútbol era un hormiguero de colores y de participantes con ganas de darlo todo en esta edición número 16 de la tradicional cita estival. Tras la piola, la prueba del garrote en la plaza de toros y la cucaña en el Recinto Ferial, que por la alta participación se alargó hasta bien entrada la madrugada.

Este sábado, desde bien temprano ya estaban los jugadores en el tablero de juego, primero con un desayuno olímpico y dispuestos para la primera prueba de la jornada, los mizos, una especie de juego de bolos de madera. Algunas de las competiciones solo requieren a dos o cuatro participantes, pero en otras es casi el equipo al completo el que se disputa la mejor puntuación, y donde, sin duda, se consigue mayor espectacularidad y animación para el público, como son el salto a piola, la carretilla, la comba o la soga. Una de las pruebas de la mañana ha sido la carrera de sacos, con relevos donde la habilidad y la rapidez son fundamentales para hacerse con el ansiado adoquín. Porque si el premio final es el adoquín de granito de 40 kilos, cada equipo ganador de las 17 pruebas también recibe su correspondiente adoquín, más pequeño, pero igual de ilusionante para continuar con la colección de cada edición.

Un jugador, listo para lanzar su adoquín.
Un jugador, listo para lanzar su adoquín. / Sánchez Ruiz

Los 48 equipos participantes han dado lo mejor de sí en cada una de las pruebas, a pesar del calor que está acompañando esta edición de las Olimpiadas Rurales de Los Pedroches. Precisamente, desde las redes sociales de la organización y durante todo el día por parte de los voluntarios se ha animado a seguir una serie de consejos para evitar posibles golpes de calor, o también cómo actuar si se sospecha que alguien lo está sufriendo. Para mitigar el calor de estas sofocantes jornadas es imprescindible pasar por las duchas portátiles que acompañan a los jugadores en los distintos enclaves donde se celebran las competiciones, ya que en algunos momentos del día se han alcanzado los 40 grados. Además, todos los equipos llegan su propio “carro de bebidas” con neveras para mantenerse siempre hidratados.

El buen ambiente se deja notar en cada punto de encuentro, con el acompañamiento musical de la charanga El Trompetón, que participa como equipo, y que puede presumir de haber sido el origen del himno de las olimpiadas, que se baila de forma multitudinaria por todos los equipos. Son símbolos comunes que se han creado con el paso de las ediciones y que forman parte de ese imaginario colectivo que son las Olimpiadas Rurales de Los Pedroches. Pueden sonar distintos hits del verano, pero este himno no pasa de moda. Y para que el ambiente no decaiga ni un minuto, la organización tiene un Dj animando con su música cada vez que las pruebas o las finales se realizan en el Recinto Ferial.

La charanga El Trompetón, animando la fiesta.
La charanga El Trompetón, animando la fiesta. / Sánchez Ruiz

Los equipos se juegan el poder volver en la siguiente edición, por eso se nota cada año el alto nivel de entrenamiento de todos los equipos, que vienen preparados de sus localidades, donde han ensayado. Ya no es raro ver que cada equipo tiene sus propios elementos de juego, como son los zancos, la soga, el pingané o el adoquín, porque hay que entrenar y preparar las estrategias. Resulta paradójico que lo que antes estaba olvidado en el desván o cámaras de las casas de los abuelos, ahora esté a mano de las siguientes generaciones. Esto es la prueba de que el objetivo se cumple en cada edición.

El sábado de Olimpiadas Rurales es largo, concentra la mayor parte de las pruebas, como el lanzamiento de adoquín, las tiraeras, la carrera de sacos, la carrera de cintas, los zancos, la soga, la carretilla, la jota, donde se puntúa no solo el dominio del baile típico sino también la vestimenta original de la tierra, o la sillita de la reina. Esta última es la fiesta por excelencia, donde la diversión está asegurada porque “la reina o rey” suele ir disfrazado. A eso se suman las pruebas de agua que hay que superar, que se complican cuando el cansancio ya se lleva en la mochila de todo el día.

Resta aún la jornada del domingo, con el pingané, la comba y el porteo de cántaros, una verdadera fiesta del agua, donde tanto público como participantes son conocedores de que hay que mojarse para el fin de fiesta, momentos previos antes de conocer los equipos ganadores y los mejores de cada prueba.

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