Guardianes contra las llamas
medio ambiente | las claves del programa contra el fuego
El plan Infoca cuenta con 450 efectivos que trabajan en la extinción de incendios y se reparten en los tres Centros de Defensa Forestal que hay en la provincia, más el de la capital

Sí, son ellos, los que se encargan de apagar los incendios forestales. Un trabajo arduo y más aún en plena canícula. Sin embargo, aunque para ellos es ahora temporada alta -por aquello de lo elevado del riesgo de las altas temperaturas y los incendios-, su trabajo no se limita al verano y al despliegue del dispositivo Infoca. Todos ellos -alrededor de 450 personas en Córdoba- forman parte de un complejo entramado de la Junta de Andalucía que se dedica a proteger de las llamas el medio ambiente durante todo el año.
En la provincia, según los datos aportados a el Día por el director del Centro Operativo Provincial (COP) del Infoca en Córdoba, Eduardo Nicolás, hay tres Centros de Defensa Forestal (Cedefo). Se trata, anota, "de unas infraestructuras que la Consejería de Medio Ambiente utiliza para la coordinación y localización de los medios, tanto materiales como humanos, necesarios para la prevención de los incendios forestales". Para su construcción, el Ejecutivo autonómico ha destinado casi 4,5 millones de euros. El primero de ellos se encuentra ubicado en Villaviciosa de Córdoba y se inauguró en la campaña de 2005; su coste fue de algo más de 1,2 millones de euros. La campaña siguiente, es decir, en 2006 se inauguró el Cedefo de los Montes Comunales, en el término de Adamuz; en este caso, su construcción costó más de 1,6 millones de euros. El tercero y último centro de estas características se localiza en Carcabuey, que data de 2009; su presupuesto fue de más de 2,8 millones de euros. La ubicación de estas instalaciones responde a una cuestión estratégica. Según explica Nicolás, "la situación centrada de los tres Cedefos, respecto a sus respectivas áreas de influencia, mejora la eficacia de las actuaciones de los medios de extinción, al reducir el tiempo de respuesta ante un incendio forestal y, por tanto, hay una disminución de la probabilidad de que dicho incendio alcance mayores magnitudes, con los efectos negativos que ello acarrearía a la sociedad y para el medio ambiente". Asegura que esta localización "compensa los desplazamientos desde lo distintos puntos de dichas áreas de influencia a las zonas donde se realizan las actuaciones de prevención durante el período de bajo riesgo y de tanta importancia como las actuaciones de extinción".
Y es que, aunque ahora esté listo el plan Infoca -que cuenta con un presupuesto de 16,3 millones, de los que 7,7 están destinados a trabajos de prevención y otros 8,6 a extinción-, la actividad en estos centros se entiende todo el año. El responsable del COP señala que "durante todo el año estos centros son utilizados para mantener la formación tanto del personal propio del dispositivo de prevención y extinción, como del personal perteneciente al voluntariado organizado que participa en la extinción de los incendios; llevar a cabo campañas de divulgación de las tareas de dicho dispositivo, así como para la gestión administrativa de expedientes relacionados con la prevención y extinción de incendios forestales". Mientras, durante la campaña de extinción, que abarca los periodos de peligro medio y alto por incendios forestales, en los Cedefos se ubican un helicóptero con su dotación de personal especialista en la extinción de incendios; vehículos contra incendios; otros grupos de especialistas que se desplazarían por tierra a cualquier emergencia provocada por los incendios; así como el personal técnico que realiza las tareas de coordinación de estos medios. Nicolás destaca que dentro del funcionamiento diario en el centro se encuentran las labores de formación continua del personal, así como la preparación física del mismo, ambas consideradas de gran importancia para un dispositivo de tan alta cualificación como el dispositivo Infoca.
Ahora, en plena campaña de alto riesgo, los componentes del plan Infoca están en constante alerta. Nicolás reconoce que en estos meses "no existen los fines de semana, ni festivos, ni se sabe a la hora a la que se va a regresar a casa". Para los que forman parte de este dispositivo, continua, "cada día es diferente al anterior, con distinta jornada, distinta zona de trabajo y distintas labores". "Es un trabajo exigente, tanto a nivel personal, como familiar", considera. La actividad no cesa en estos centros. Así, Nicolás describe que "cuando te incorporas a tu puesto de trabajo existen una serie de rutinas diarias, encaminadas a la formación y mejora de habilidades en cuanto a la extinción se refiere, como también se destina una franja horaria al mantenimiento del estado físico del personal así como al mantenimiento de los equipos. Sin embargo, advierte, "todo ello se ve interrumpido en el momento en que suena la sirena del Cedefo, sonido que nos alerta y eleva la adrenalina necesaria para ponernos en marcha". Así, expone cómo se pone en marcha el dispositivo cuando, por ejemplo, "una torre de vigilancia -hay 29 en toda la provincia- avista una columna de humo gris en una zona compleja". Tras recibir el aviso, "mientras se despachan por tierra los medios pertinentes, con premura, el técnico de operaciones junto al retén que se encuentra de guardia se suben al helicóptero, con destino el incendio que continúa progresando libremente por la masa forestal". Al aproximarte al incendio y sobrevolarlo, continua, "se recopila una información muy valiosa como, patrones y motor del fuego, caminos de acceso, zonas comprometidas, zonas de oportunidad y sobretodo se evalúa la zona de trabajo desde el punto de vista siempre de la seguridad del personal combatiente, estableciendo una ruta de escape y un lugar seguro en caso de que fuera necesario". Una vez en tierra asegura que "comienza un trabajo duro, sometido a altas temperaturas, con orografía frecuentemente abrupta y que requiere de un esfuerzo físico importante, apoyados con las descargas de la aeronave el retén comienza a construir una línea de defensa con herramientas manuales hasta confinar el fuego".
Rafael Parreño es bombero forestal y jefe del grupo, del grupo especialista CE-205, y dirige un equipo de media docena de efectivos. Parreño lleva 28 años trabajando contra los incendios forestales y confiesa que a pesar de todo este tiempo continúa en este trabajo "con la misma motivación del primer día". "A pesar de mi experiencia, tengo que reconocer que aún se me dispara la adrenalina cuando me desplazo a un incendio, como me ocurría en 1989 cuando comencé en la brigada helitransportada del Icona". Su trabajo, según expone, se divide en dos fases: una de extinción, que pasa por dirigir las labores de extinción encomendadas a mi unidad y sobretodo velar por su seguridad. La segunda, subraya, "sería los tiempos de espera en el Cedefo, en los cuales mis funciones son la de llevar a cabo, junto a los técnicos de operaciones la formación y preparación específica asignada para la campaña, además de velar por el comportamiento y uso correcto de nuestras instalaciones, herramientas, equipos de trabajo". En el caso de Parreño, su unidad se reparte entre el COP -en la capital cordobesa- y el Cedefo de Villaviciosa de Córdoba. Su jornada laboral es de siete horas y media, aunque esta limitación horaria desaparece en caso de que se produzca algún "incendio extraprovincial", que se puede ampliar hasta las 14 horas. El jefe del grupo CE-205 expone que el trabajo comienza para ellos "cuando el retén se reúne en un punto concreto de Córdoba, desde donde se dan las novedades al COP para dirigirnos al Cedefo". Una vez allí, señala, "se reparten las horas de guardia entre los retenes que pasan ese día por el Cedefo y, según el turno aprovechamos las horas de menos calor para adiestramientos específicos o sesiones de preparación física, dejando las horas de máximo calor a la formación de aula ya que estos aprovechamientos son piezas claves para alcanzar los objetivos en cada incendio". Y es que, la preparación para la extinción "está basada en una buena preparación física, la formación y adiestramientos específicos que son los aspectos fundamentales para conseguir el máximo rendimiento en la extinción de un incendio", sostiene. Parreño reconoce que el trabajo en un incendio es "muy duro y variado, solemos desplazarnos helitransportados y, en la mayoría de los casos, en despacho automático; la rapidez en la detección y llegada al incendio es vital para realizar un primer ataque al fuego, que casi siempre solemos hacer con un ataque directo al frente de llamas, usando herramientas manuales y motosierras". Insiste en que en este tipo de actuaciones el desgaste y agotamiento físico "es máximo, porque te empleas al límite para que el incendio no evolucione a más, por tal motivo siempre intento dosificar al retén en las tareas encomendadas, algo que me parece vital porque al incendio sabes cuando llegas, pero no cuando te vas a retirar". No obstante, aclara que su dispositivo no sólo se dedica a la extinción de incendios, sino que también interviene en otra emergencias medioambientales, "al igual que en los periodos de bajo riesgo realizamos labores de prevención, algo que considero fundamental para el periodo de extinción". Como ejemplo, expone que actualmente tienen encomendada estas labores de prevención bajo líneas eléctricas y en las proximidades de las mismas. Parreño insiste en que la suya es "una profesión de riesgo, mucho riesgo, ya que nuestra labor se realiza en situaciones especialmente extremas donde cada incendio es distinto, en el cual intervienen muchos factores, alguno de ellos no podemos controlar y por mucho que planifiques su posible evolución, ésta puede cambiar en cualquier momento y echarte por tierra todo el trabajo realizado hasta el momento". Por ello, hace un especial hincapié a su unidad en la importancia del protocolo interno de seguridad y "de tener clara la ruta de escape por si fuera necesaria". Junto a su unidad, todos ellos trabajan en evitar las llamas y, si las hay, impedir su propagación.
Francisco Lara, vigilante de la torre CV-204, en Los Villares.
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