Subbética

Doña Mencía recupera la esencia de la vida en los cortijos con la Fiesta del Remate de la Aceituna

  • El agricultor Jacinto Muñoz, un menciano de 63 años, recibe el Olivo de Plata

  • "El trabajo en el campo era totalmente diferente, como la vida misma", compara

Griselda Montes, Jacinto Muñoz y Salvador Cubero.

Griselda Montes, Jacinto Muñoz y Salvador Cubero. / El Día

"Cumplí los 13 años en Francia, a 40 kilómetros al Norte de París, cogiendo espinacas". Es el duro testimonio de Jacinto Muñoz, un menciano de 63 años que este domingo ha sido galardonado con el Olivo de Plata que entrega la asociación cultural Getsemaní para distinguir a vecinos de Doña Mencía que se han convertido en referentes por amor a una tierra que en este rincón de la Subbética transpira aceite. Sus palabra fueron escuchadas por quienes han acudido a la plaza de Andalucía con motivo de la Fiesta del Remate de la Aceituna, una celebración con la que, a principios del pasado siglo, las cuadrillas que pasaban el invierno en los cortijos festejaban el final de la campaña.

Algunos de esos caserones, como el de las Lomas, en el camino a Cabra, el Alamillo o Lo Carro, donde se encuentra enterrado el fundador de Nueva Carteya, siguen moteando el paisaje de cerros y picos que circundan el municipio. Hay construcciones que apenas se mantienen en pie como ruinas de una época ya pasada, desvencijadas y caídas entre los olivos, y otras cumplen su función como casas de labor. Uno de los objetivos de Getsemaní, precisamente, es recuperar todo este patrimonio etnográfico, como explica su presidenta, Griselda Montes.

Las cuadrillas, a veces familias completas, pasaban la Navidad fuera de sus casas, festejaban juntos el Carnaval, cantaban coplillas y comían lo que tenían a mano, que era lo que el campo daba. Algunas de estas recetas, como el arroz de cortijo -que ahora se enriquece con marisco, impensable para la época- o los tomates guisados -una especie de pisto al que también se le añaden setas- se han degustado en la Fiesta del Remate en recuerdo a los sabores de aquellos tiempos. Y, ya por la tarde, las tortillitas de masa, una fritura a base de harina, agua y sal y que en otros municipios se conocen como sopaipas.

"El trabajo en el campo era totalmente diferente, como la vida misma", comparó Jacinto Muñoz, flamante Olivo de Oro de Doña Mencía. Volvió a su municipio cuando todavía no había cumplido los 18 años y trabajó de camarero y en una carpintería antes de regresar al campo: "Todavía se araba con yuntas de mulos. Pero yo necesitaba naturaleza y libertad pura y dura, y aquello me lo daba la agricultura".

Cuenta que en su momentos de madurez en el trabajo llegó a llevar 200 fanegas de olivos, siempre aplicando novedades y tecnologías y con su padre, Jorge Muñoz, como gran referente. Lo perdió joven en un accidente de tractor, aunque la desgracia lo unió más a la tierra y al aceite: "Le eché valor al asunto. Pensaba en el torero que muere en la plaza y en el hijo que no abandona la tradición. Me daba fuerza".

Así que sigue conectado a Doña Mencía y a esos olivares que se encrespan en la Subbética para dar uno de los mejores aceites del mundo. Aunque lamenta que el campo "no tiene ningún futuro si no se le pone remedio ya". La semana pasada, de hecho, participó con su tractor en la protesta de Lucena, que le sorprendió por la elevada participación: "Es la única forma de que se nos escuche, estar todos juntos. El olivar y el campo es el futuro de nuestros pueblos. Y hay que protegerlo". 

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