Tribuna

Juan Ramón Medina Precioso

Catedrático de Genética

Dos borrones en la sanidad andaluza

Dos borrones en la sanidad andaluza Dos borrones en la sanidad andaluza

Dos borrones en la sanidad andaluza / rosell

El sistema sanitario andaluz funciona extraordinariamente bien. En relación con los recursos invertidos, sus resultados son excelentes. Su principal factor de calidad reside en la alta capacitación y notable dedicación de sus profesionales. Los médicos andaluces reciben una formación de primera clase. Ya desde la entrada en las facultades de Medicina constituyen un grupo selecto, como puede comprobarse por las altas calificaciones necesarias para ser admitidos. Posteriormente, su formación se perfecciona gracias al sistema de Médicos Internos Residentes (MIR), una etapa en la que adquieren una formación clínica que completa la más teórica recibida en la Facultad. Algunos de esos médicos, ya especializados, realizan tesis doctorales, con lo que también adquieren competencias investigadoras. Nuestros dos únicos premios Nobel españoles, fuera del ámbito de la literatura, lo fueron en Medicina, Ramón y Cajal y Severo Ochoa. Tierra fecunda en literatos y médicos, algunos han cultivado ambas vocaciones en Andalucía, como el radiólogo Juan Ramón Zaragoza, con su Concerto Grosso, o el intensivista Esteban Fernández-Hinojosa, con su erudito libro sobre la noción de enfermedad.

No va a la zaga la calidad de nuestros enfermeros (entiéndase en el sentido inclusivo). Igualmente constituyen un grupo selecto, también con una alta nota media de ingreso en la Facultad, y con una atención a los enfermos admirable. Los equipos formados por médicos y enfermeros nos garantizan unos cuidados suficientemente seguros y eficaces. Sin olvidar las aportaciones de los auxiliares de enfermería o, las menos visibles, de los biólogos, químicos, etc., que colaboran en los análisis y en los programas de investigación.

No cabe ignorar, sin embargo, que nuestro sistema sanitario afronta algunos retos importantes. Tales son mejorar la Atención Primaria, resolver la sustitución de los jubilados, completar las plantillas en los puestos de difícil cobertura, incrementar los salarios del personal, implementar la telemedicina, etc. Analizar todo eso requeriría de autores mejor cualificados que un servidor. Aquí me limitaré a mencionar dos borrones, directamente relacionados con la investigación biomédica andaluza, que han manchado el magnífico conjunto de nuestro sistema sanitario. Imparcial, elegiré uno de la etapa socialista y otro de la pepera.

Uno de los mayores errores de la consejera socialista Montero, una médica ahora metida a ministra de Hacienda, fue fichar a Bernat Soria como una gran estrella de la investigación biomédica. Lo mantuvo como director del Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (Cabimer) desde 2009 hasta 2019, con un astronómico sueldo de más de 170.000 euros anuales, el mayor de toda la Administración andaluza. Ya el Gobierno de la socialista Susana Díaz le abrió un expediente en enero de 2019, un mes después de celebradas las elecciones andaluzas y unos pocos días antes de que se incorporase el primer presidente pepero de Andalucía, Moreno Bonilla. Su equipo completó el expediente iniciado por el de Susana y le rescindió el contrato. Ahora Soria está incurso en varios procesos judiciales por presunta corrupción, incluido un cargo por alzamiento de bienes para eludir el pago a diversos acreedores. Pero esa faceta de Soria escapa a mi competencia, no así la de señalar que, desde el punto de vista investigador, tenía mucho de cuento. Le escuché una conferencia en la que, con todo desahogo, presumió de que estaba a punto de curar la diabetes mediante células madre, una auténtica farsa. Y eso fue una lástima, porque en el Cabimer trabajaban científicos de la máxima solvencia, como el genetista Andrés Aguilera, por citar solo uno de ellos.

El segundo borrón que pretendo comentar es el del equipo de coloproctología del Hospital Virgen del Rocío. Dirigido por Fernando de la Portilla, acaba de ser premiado por la Academia de Medicina por haber realizado un gran número de operaciones quirúrgicas a enfermos oncológicos durante la pandemia de covid. Además de ese gran éxito clínico, ese equipo está desarrollando una serie de investigaciones del máximo interés sobre los factores responsables de la oncogénesis en algunas partes del sistema digestivo. Pues bien, esa iniciativa corre el riesgo de desmantelarse a causa de que dos de sus principales investigadores, que además han ganado las primeras plazas en las recientes oposiciones, se ven abocados a desplazarse a centros médicos periféricos en los que no podrán aplicar sus conocimientos. El equipo de la consejera Catalina García lleva razón en que es imprescindible cubrir las plazas en esos centros (podría recurrir a incentivos económicos), pero debería reflexionar si debería evitar hacerlo a costa de perjudicar los mejores proyectos de investigación en curso. Un enfoque más flexible iría en beneficio de todos, incluso del prestigio del actual equipo directivo sanitario. Si los socialistas pecaron por exceso con Soria, los peperos están a punto de pecar por defecto en el caso de la coloproctología, y otros equipos similares en otras especialidades. Todavía pueden evitarlo.

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