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Acabo de terminar de leer el nuevo poemario de Braulio Ortiz Poole, Gente que busca su bandera, y, sin pausa, comienzo a escribir esta columna, fin de temporada, necesitado de unas vacaciones articulísticas. Hechizado por los poemas de Braulio, sigo, y creo que lo seguiré estando durante un tiempo. A pesar de mis reticencias. Sí, a pesar de mis reticencias. No me gustan los libros con prólogo, salvo en esos tochos para estudiosos, y me los suelo saltar. Sin embargo, y sin que sirva de precedente (ya que me los seguiré saltando), el prólogo que ha escrito el también poeta Alejandro Simón Partal es espléndido, ya que nos muestra la conexión literaria y vital que mantiene con Braulio, y la de éste con su poesía. "Vive la vida con fervor y entusiasmo". Iluminadora. Mi segunda reticencia es por culpa de los políticos (detesto la expresión "clase política"). Han conseguido que no soporte la palabra "gente", ya que la utilizan para reducirnos a la mínima expresión. Ya no somos hombres, mujeres, niños, mayores, ni siquiera personas. Gente, solo eso, gente, anónimos, sin rostro, como emoticonos de este tiempo de mascarillas y rostros sin identidad. Braulio, sin embargo, ha conseguido que me reconcilie con la palabra "gente", con su significado humano, lejos de la muda estadística. Porque la gente, a través de la mirada de Braulio, vuelve a tener personalidad propia, irrepetibles en su definición. "Ya eres parte del eco", y aún así todavía somos muchos los que seguimos buscando nuestra bandera, que nos identifique, que nos acoja, que nos mime, si es posible. Son muchas las banderas a enarbolar, y tal vez por eso ninguna bandera nos represente fielmente, siempre quedará una sombra por iluminar. Y tal vez por eso sea bueno que nada ocupe el lugar de la paradoja, de lo incierto, de la duda. El derecho a nuestra porción de sombra. "Esta verdad con forma de poliedro, nunca lleva el atuendo de lo exacto".
Para algunos ya llegaron, incluso finalizaron, otros aún las tenemos pendientes, me refiero a las vacaciones, que en este verano, en este año, serán las más extrañas que nunca hayamos disfrutado. Tiempo para descansar, huir, frenar, y tiempo para buscar, gente que busca su bandera. "Por las grandes verdades, no caigas deslumbrado". Braulio Ortiz Poole, tras unos espléndidos libros de poemas -Defensa del pirómano, Hombre sin descendencia y Cuarentena-, da un paso al frente, y encuentra en el resquicio de nuestras propias vidas, en nuestros sueños y debilidades, en nuestras pasiones, el argumento perfecto para elevar un discurso poético que se sitúa entre la bondad de la inocencia, la sorpresa permanente, el cuestionamiento y la presunción. Poemas con el fulgor y el arrebato de las estrellas maltratadas cuando los focos se apagan, con el sonido de la música en aquel viejo café en el que creyeron conocerse y con el sabor de las mañanas compartidas. "Si has de nacer de nuevo, escoge esta piel sensible al mundo, este incendio constante". Gente que busca su bandera habla de todos nosotros, de este tiempo por el que transitamos, de los obstáculos que encontramos en el camino, de las ilusiones violentadas con el amanecer, cuando nos enfrentamos a la realidad del hoy. Pero este encuentro con los hombres y las mujeres, con nosotros, se realiza desde la esperanza y la confianza, convencido el autor de que podemos ser lo que pretendemos y que el mal no forma parte de nuestra esencia.
He leído Gente que busca su bandera durante una semana en la que hemos contemplado una Europa dividida, entre la caja registradora y las oportunidades posibles, una Europa sin una sola bandera que alzar desde la unidad, y en algunos poemas he creído encontrar una interpretación. "Siempre contra los elementos. Fuera del agua remas contra un río, levantas en la ciudad una cordillera". "Y los dos que nacieron de la misma costilla hablarán entre ellos la lengua de la pólvora". Respuestas, preguntas, visiones, en los poemas de Braulio Ortiz, pero sobre todo bondad, que es una palabra que se nos olvida utilizar, como si representara algo de lo que queremos huir. Para quien lo conozca, sabe que hay mucho de Braulio en sus poemas, que es él trasformado en versos, late. Un libro para leer y releer, y para reencontrarte con tantas emociones que tenemos dormidas. A mí me ha servido hasta para reecontrarme con la palabra, con esa gente que Braulio nos muestra con alma e identidad. Un libro que todo aquel que lo lea "verá que no está solo".
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