Inversión extranjera: predicar y dar trigo

EDITORIAL

Desde que existe la Junta de Andalucía, y se han superado ya las cuatro décadas, uno de los mantras más reiterados por parte de sus seis presidentes ha sido el del enorme potencial de la región para captar inversión extranjera, hasta el punto de haber convertido ese objetivo en una de las líneas estratégicas de la política económica andaluza, tanto en el periodo de gobiernos socialistas como en el actual de mayoría del PP. Desde los lejanos tiempos de José Rodríguez de la Borbolla y su California europea hasta la presentación de la iniciativa Andalucía, donde todo comienza, que realizó Juanma Moreno el lunes en Madrid, es muchísimo lo que se ha dicho y menos lo que se ha hecho. La realidad actual es que, según los datos ofrecidos por Moreno durante esa presentación, en Andalucía operan en la actualidad 3.171 compañías de capital extranjero, de todos los tamaños y sectores, más de la mitad de las cuales se radican en Málaga y unas seiscientas en Sevilla. El recorrido a realizar es todavía muy amplio para una comunidad que presume de generar el 13% de la economía española, que se presenta como una potencia en energías renovables y que tiene una situación geográfica estratégica que la colocan como puente entre Europa y África y entre el Mediterráneo y el Atlántico. No parece que todos estos atractivos hayan sido suficientes para convertir en un paraíso para las empresas extranjeras una región que tiene en la falta de tejido industrial uno de sus grandes lastres y que es dependiente en grado extremo del turismo. Atraer capital extranjero debe seguir siendo un objetivo prioritario para el Gobierno andaluz, pero será difícil conseguirlo si se hace solo con grandes anuncios y acciones de marketing y no se acompaña de medidas fiscales y de simplificación administrativa que actúen como reclamo. Como en casi todo, no sobra predicar, pero lo importante es dar trigo.

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