Cambio de sentido
Carmen Camacho
Se buscan vencedores
Cambio de sentido
Lo más macabro y artero de toda la campaña electoral se destiló en un solo eslogan, “Que te vote Txapote”, nefanda rima consonante que la muchedumbre volvió a vociferar la noche electoral en la calle Génova, mientras Feijóo se esforzaba en sostener la mueca de alegría, algo que ni intentó Ayuso on red, cuyo nombre corearon los presentes, sin tacto alguno, durante el discurso de aquel ganador con pinta de derrotado. El lema, estando escrito, parece pintado en tonos negrísimos. No me extraña que haya asqueado a buena parte de las víctimas y al votante de centro, no todo vale. Todo esto sería más fácil de explicar si, quien escuchara la frase, cotejara consigo mismo que hace más de una década que este país acabó por derecho con el terror que sembró ETA; que las víctimas, su dolor y memoria, merecen respeto, y que defender por vía democrática ideas nacionalistas (y centralistas y federalistas y autonomistas y internacionalistas y…) cabe en nuestro sistema político, y ello lo hace grande.
Feijóo se ha dado un tiro en el pie escogiendo tácticas electorales arriesgadas y extremas que, para que funcionen, hace falta carecer de escrúpulos, y a este candidato se los supongo. Sólo quien tiene la cara de cemento sale airoso si lo pillan mintiendo, y hacer el ridículo computa con éxito sólo cuando el muñeco del ventrílocuo está completamente hueco. La gorra trumpista no le sienta bien al gallego. Por fortuna, además, España no es Estados Unidos. Aquí, el personal sabe qué río pasa por Valladolid.
Como aquel gaucho que, por echarle el lazo a la vaca, casi se ahorca con la cuerda, a Feijóo le ha faltado una semana para derrocarse a sí mismo. Los pactos de PP y Vox (en especial el de María Guardiola con la indigestión de tragarse sus propias palabras), los alardes canceladores, su falta de humildad y/o desparpajo cuando ha sido pillado en “inexactitudes”… Malos consejos le susurran. Sus lapsus generan en mí otro lapsus: equivoco su apellido con el de Rajoy. Era cierto eso de que iba a cambiar España: a los andaluces nos dio Badajoz, Cádiz se convirtió en la tacita de oro y las aguas del Mediterráneo besaron la costa de Huelva. Sémper inició la precampaña en una playa de coña clavadita a la que sale premonitoriamente en un relato de García Márquez, Muerte constante más allá del amor (reléanlo y flipen). Conforme Sémper hablaba, el mar de pichiglás alargaba su sombra sobre la arena. Verano azul, lo llamaron. Demasiado cartón. Que te vote Chanquete.
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