Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Vive Calila
QUIEN pensara que la estabilidad había llegado al Córdoba con la marcha del recordado Rafael Gómez estaba más que equivocado. Cierto es que el club blanquiverde ha dejado de ser el hazmerreír del fútbol español, ese equipo siempre apetecible porque pagaba sueldos de Primera aun jugando en Segunda o Segunda B. Todo eso es historia. Pero, desgraciadamente, lo que ha ocurrido en el club en los últimos días es para plantearse seriamente dónde estamos. La agónica salvación conseguida a caballo entre Anoeta y Alicante ha dado paso a un carrusel de apariciones mediáticas de medio pelo que, si de algo han servido, ha sido para dejar al Córdoba en un lugar peor aún al que estaba.
¿Cómo puede Rafael Campanero catalogar un curso salvado en el último segundo del último partido como "el de más aciertos" de su trayectoria profesional? ¿Por qué pospone su marcha hasta el 24 de octubre -curiosamente San Rafael- para dejar cimentado el futuro inmediato del club? ¿Es afán de protagonismo o falta de confianza en un relevo que continúe el trabajo hecho hasta la fecha? Yo no acabo de entender lo beneficioso de provocar un cambio en la dirección en mitad de la temporada.
Pero hay tantas cosas que no entiendo. Emilio Vega, el máximo responsable en materia deportiva, tomó ayer el relevo para no decir absolutamente nada. "La temporada ha sido irregular" fue el mensaje que más claro quedó... junto a la colección de medallas autoimpuestas porque "el objetivo está cumplido". Autocrítica, poca. O vivo en otro mundo o en el último año he estado en un viaje astral del que aún no me he recuperado. Que le digan a la afición que todo ha estado bien hecho, que la salida de Rojas está justificada, que los fichajes han rendido... ¿Cómo están ustedeeees? Bien, no.
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