El tren del terror

A la gente no se le puede dejar tirada durante horas en mitad de la nada, o en una estación toda la noche, sin mediar palabra

La degradación de los servicios del tren es tan sangrante que ni sus profesionales lo disimulan: “Hace años, yo venía feliz a trabajar, ahora todo ha cambiado tanto, que ya ni me acuerdo”. El maquinista del AVE intenta fumarse un cigarro mientras le asaltan los viajeros con mil preguntas. El personal siempre mimó la relación con el viajero, pero está harto de dar la cara porque las agresiones verbales van a más: “Cuando vendo un bono de media distancia aviso de que quizá no puedan viajar el día deseado, para que no me lo reprochen luego”, comenta una empleada. La demanda de viajes ilimitados es tan fuerte que el material se resiente y los operarios de mantenimiento no dan abasto. También faltan maquinistas y los nuevos convoyes nunca llegan. Los operadores privados, a la vez, aportan muchos más trenes y viajeros. Este corredor nunca sufrió tanto desgaste y jamás se acumularon tantas incidencias en 30 años. Tantas, que hoy es noticia que el AVE llegue puntual por las obras de modernización de la línea.

El deterioro y las incidencias vienen de largo. Pero los últimos temporales, que han mantenidosecuestrados a centenares de usuarios durante horas en mitad de la nada, han acentuado la debilidad de las infraestructuras por la falta de inversión. Varias personas, presas de la incertidumbre y la tensión, forzaron las puertas para escapar de noche cruzando las vías, al encuentro de familiares que se desplazaron para sacarles del apuro. Hasta la ministra María Jesús Montero admite que la calidad del servicio brilla por su ausencia. Y la titular de Transportes, Raquel Sánchez, ha pedido disculpas. En cambio, Yolanda Díaz parece que viva en otro planeta. Sólo a ella se le ocurre, con su afán de estar en todas las salsas, amenazar con suprimir los vuelos domésticos en favor del tren, justo cuando su imagen está hundida. Y al presidente Sánchez le parece bien. Es lo que tiene viajar en Falcon: se te olvidan las penas.

La buena noticia es que las obras terminarán algún día. Oficialmente en 2026. Y la mala, la falta de tacto para gestionar los problemas que originan. A la gente no se le trata como ganado, ni se le deja tirada en una estación durante horas –o toda una noche– sin mediar palabra. Adif tendría que ser mucho más eficiente con la puesta a punto de las infraestructuras. Y Renfe haría bien en manejar alternativas ante unos trabajos que le salpican de lleno. Si lamentables son las esperas en el andén, más irritante resulta que nadie explique qué ocurre. ¿Las pantallas de los vagones son de adorno? ¿Tan difícil es informar a los viajeros a través de internet de los atrasos que siempre se repiten? ¿Es necesario torturar al viajero a sabiendas de que el tren rara vez llegará puntual? Si ya es frustrante llegar tarde a tu destino por defecto, más desesperante resultan la falta de empatía y de comunicación.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios