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La frase original, la que utilizó Schwarzenegger en Terminator 2, es “Hasta la vista, baby”, pero en España la retradujeron como “Sayonara, baby”, para conservar su carácter vagamente exótico. El caso es que Schwarzenegger se ha presentado en la Comic-Con celebrada en Málaga, no solo para exhibir su espectacular aspecto de forzudo, algo crepuscular, inevitablemente, sino para recordar sus días lejanos en España, cuando rodó Conan el Bárbaro en Almería, siendo un joven culturista austriaco, ya trasplantado a su país de adopción, los EEUU (Jorge Sanz era el pequeño Conan, si no recuerdo mal). También ha señalado otra cuestión, además de pedirle trabajo al director Alex de la Iglesia. El que fuera gobernador de California dijo al público de Málaga: “No hay enemigo. No dejes que los partidos políticos te separen”.
No está mal para Terminator. Y tampoco está mal para un emigrante europeo, llegado a celebridad del cine y a gobernador de un Estado de la Unión, la vieja California hispánica, ganada a México tras su independencia. Naturalmente, las alusiones finales de Schwarzenegger en Málaga iban referidas al clima político de su país; y en concreto, a las declaraciones del presidente Trump cuando afirmó, hace unos días, que odiaba a sus oponentes. El hecho de que las dijera en Málaga, sin embargo, indica que don Arnold conocía el alcance general de sus palabras. Y la delicada lección que albergan. “He visto en América cómo los partidos políticos están haciendo su negocio. Los demócratas odian a los republicanos y los republicanos odian a los demócratas. Pero en realidad, todos son americanos, así que nadie debería odiar a nadie, sino respetar a la gente que piensa de forma diferente a la tuya”. Palabras que son de perfecta aplicación a la política europea, en cualquiera de sus modalidades y en sus diferentes escalas. Se da así la paradoja –cinematográfica, se entiende– de que Conan el Bárbaro solo lo sea en la misma medida y en igual sentido en que lo fueron Isidoro de Sevilla o Alberto Magno: como nuevos legatarios de una vieja y venerable sabiduría.
O dicho de otro modo, Terminator como juiciosa bocca della verità, recordando la civilidad extrema sobre la que se asientan nuestras sociedades, no deja de ser una versión posmoderna de Atila ante León I, cuando declinó entrar en Roma y destruirla.
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