Notas al margen
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Decía ayer: Feijóo y Sánchez, al deslegitimarse mutuamente, impiden cualquier tipo de colaboración –imprescindible en cuestiones de Estado cuando no hay mayoría absoluta– y deterioran el sistema democrático al dificultar su normal funcionamiento y potenciar la desafección de los ciudadanos, que asisten atónitos e indignados a sus broncas constantes y se refugian en las opciones ultras que les dicen lo que quieren oír y les prometen lo que nunca podrán hacer pero suena bien y apela al corazón, no a la razón.
Sánchez inició su mandato con el firme propósito de construir un muro y gobernar para la mitad escasa de los españoles y en contra de la otra mitad. Ha gobernado y gobierna divisivamente. Feijóo le ha negado la legitimidad desde el principio, como si fuera un usurpador que le arrebató el puesto que le correspondía a él por haber logrado más votos (¡y no le correspondía! : es presidente quien consigue mayoría en el Congreso para su investidura, lo manda la Constitución).
Desde entonces Sánchez no ha dejado de rehuir cualquier pacto con Feijóo y buscar el apoyo de los mayores enemigos de la ideas de Feijóo –y de España, en algunos casos–, y Feijóo no ha dejado de rehuir cualquier acuerdo con Sánchez y de negarle el pan y la sal. No a todo lo que le propone. (La excepción ha sido el Poder Judicial, que se repartieron como cómplices). Una oposición radical, negativa y formalmente chillona e insultante.
Ninguno pierde ocasión de lucir su incompatibilidad y frentismo. Por eso Pedro Sánchez, cuando cree que el conflicto de Gaza le puede resultar rentable para aparcar sus problemas con la Justicia y atraer el voto progresista que huye de las crisis de Sumar y Podemos, se lanza abiertamente a defender a los palestinos –causa justa, sin duda–, pero poniendo buen cuidado en no llamar al PP, que habla de masacre y no de genocidio, y llegando al extremo de jalear a los manifestantes que sabotean un acontecimiento deportivo organizado por España, provocan heridas a veintidós policías y tiran tachuelas y piedras a los ciclistas. ¡Con lo fácil que hubiera sido enorgullecerse de los manifestantes pacíficos y condenar a los violentos! Fácil y adecuado en un presidente de Gobierno. Y por eso Feijóo, cuando siente que Vox le pisa los talones, rechaza la regulación de inmigrantes que piden los obispos. Nuestra desgracia es doble.
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