La vuelta olímpica

Francisco / Merino

La reconversión: capítulo uno

SI jugar bien es puntuar, el Córdoba lo hizo. Dejando al margen consideraciones estéticas, el conjunto blanquiverde desempeñó un papel notable en la tarea de reconversión que se pretende con la llegada al banquillo de José González. Harto de oír -y a menudo creérselo, que es peor- que lo hacía muy bonito para acabar coleccionando marcadores feos, el equipo enseñó ayer su perfil más irregular en ataque para terminar apañándolo todo en unos últimos minutos trepidantes.

Durante esta temporada se ha repetido una secuencia dramática: partidos con mucha apariencia, con poderosas puestas en escena y fases incluso brillantes, concluyeron con las vergüenzas al aire. El Córdoba perdía partidos que merecía ganar. En Castalia sucedió, casi, todo lo contrario. En un arreón postrero que resultó conmovedor, la formación de José González rescató su versión más rebelde y hasta pudo llevarse los tres puntos si un trallazo de Arteaga no lo repele el poste. Cuando el cuarto árbitro sacó la tablilla señalando cuatro minutos de prolongación no se detectaba miedo, sino determinación por alcanzar un resultado con el que nadie contaba. Y menos un Castellón que controló el ritmo, como se podía esperar de un aspirante tardío a engancharse al ascenso a Primera. Los de Pepe Murcia terminaron sorprendidos por un grupo que -al igual que hace una, dos o tres semanas, ojo- no tiene pinta de verse metido en problemas. Dependen de sí mismos y no son tontos.

El Córdoba logró un empate -el decimosexto, qué barbaridad- en el campo más difícil de Segunda. Dicho así, suena bien. Pero el desafío aún está en marcha.

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