Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Los planetas

De Franco a Ayuso, de Aznar a Sánchez, España, nuestro pequeño planeta se arrima al sol estadounidense

Las estrellas, el sol y los planetas pueden no seguir cursos fijos. Y menos cuando las estrellas, los soles y los planetas son humanos. Pueden entonces darse mutaciones sorprendentes de su curso o de sus estados. Y astros de brillo extraordinario, de pronto, se apagan, como sucedió en la Cumbre del Clima, en la que la superestrella Biden cerró los ojos y sesteó unos momentos. Mientras estuvo despierto, y haciendo uso de su vacilante psicomotricidad, muchos se le acercaron buscando luz para su brillo mustio de satélites.

El presidente Sánchez, como otros políticos que orbitan en torno al sol americano, logró recibir los destellos de su poder durante 30 preciosos segundos que, a él y a su hueste, resultaron tan gratificantes como al avaro las monedas de oro que acaricia en su cofre. Menos, a los miembros de otros partidos que los consideraron escasos, si no, ridículos. "Este brillo, aunque sea de refilón, me calienta el corazón", pudo sentir el presidente Sánchez.

Ser reconocidos por los EEUU, aclamados en la Gran Manzana, valorados por el Gran Hermano de la Democracia es cosa que nuestros políticos se ha esforzado en conseguir, con más o menos éxito, desde Franco a Ayuso. Desde Aznar a Zapatero. Franco, gracias a su rocoso anticomunismo durante la Guerra Fría, consiguió en 1959 pasearse ante más de un millón de españoles por las principales calles de Madrid con Eisenhower. Aznar se metió en la canalla Guerra del Golfo en busca de que el resplandor letal de Bush diera lustre a su mediocre oscuridad. Hasta imitó la prosodia del español de Méjico en la visita que hizo al rancho tejano del presidente estadounidense poco antes de que embarcara a España en esa contienda. Zapatero en visita a Obama obtuvo del astro negro de Washington resplandor para sus niñas góticas y para su liderazgo de país de segunda división. Rajoy también salió de la oscuridad de su provincianismo periférico gracias a los destellos deslumbrantes de las lámparas de cristal de la Casa Blanca. Sánchez, siempre que puede, también arrima cebolleta a la seductora primera dama del poder. La oposición, cuando se producen estos leves roces, ridiculiza los segundos que el sol ilumina cegador el planeta España. Pero, como el tiempo es relativo, los considera eternos cuando es a ella a la que calienta el sol.

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