Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
José Luis Ábalos comerá en bandeja durante muchos años, tal es la dimensión de las causas penales que debe afrontar junto a su asesor, Koldo García, y su sucesor en la secretaría de Organización, Santos Cerdán. Cuando Pedro Sánchez volvió a competir en unas primarias contra todo lo que en aquel momento representaba la institucionalidad socialista, tuvo que recurrir a retales, incluidos algunos desechos de tienta, que es lo que ha sido este trío de personajes que por coherencia nunca debieron haber militado en el mismo partido que Pablo Iglesias, Fernando de los Ríos, Julián Besteiro o Alfredo Pérez Rubalcaba. No hay argumento piadoso ni condicionante histórico que rebaje la gravedad de una conspiración que iniciaron cuando Sánchez logró el apoyo de los militantes por segunda ocasión. El presidente del Gobierno salvó al PSOE de la amenaza de Podemos pero el precio que pagó, en el mejor de los casos, fue el hackeo del partido por parte de los tres piratas que se quedaron con la caja de caudales para lavar lo que conseguían en el Ministerio de Transportes.
En el mejor de los casos, el PSOE fue hackeado, estafado por sus secretarios de Organización; en el peor, eso fue posible por la comprensión, el agradecimiento o el desentendimiento del secretario general. No hay ningún indicio probatorio que lleve a sostener lo último, aunque la intimidad original que alcanzó con los tres sirva para insuflar la sospecha de quienes creen que por ésta u otras razones Pedro Sánchez debió marcharse hace tiempo. Willy Brandt no dimitió como canciller de Alemania Federal para asumir la responsabilidad política de tener un secretario que era espía, sino porque la dinámica de acusaciones que se había desatado le impediría ejercer el cargo. Eso es lo que sucede ahora.
Muchos dirigentes del PSOE de sucesivas Ejecutivas se conjuraron para apartar las tentaciones de la financiación ilegal del partido después del caso Filesa, pero no tuvieron el mismo celo a la hora de vigilar a quienes tenían al lado como compañeros. Es más, las advertencias fueron soslayadas con las excusas de siempre, con el atenuante comparativo del PP o con una ligereza pop que ahora va a pagar toda una organización.
Entre la hipótesis del hackeo y la implicación culposa de Pedro Sánchez hay una gama de grises que también son comprometedores en lo político para el presidente del Gobierno. Antes del verano se barajaron distintas soluciones: la dimisión, el relevo, la cuestión de confianza o el congreso extraordinario, pero su temeridad innata –la resistencia– le zafó de todas las tribulaciones.
También te puede interesar
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
El mundo de ayer
Rafael Castaño
El grano