Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
LOS cambios de opinión del presidente –sean ciertamente un giro de criterio o el habitual eufemismo para dulcificar uno de sus embustes– son frecuentísimos. Pero pocos tan evidentes y tan próximos en el tiempo como el que acaba de protagonizar Pedro Sánchez respecto a los compromisos adquiridos con Junts en esta legislatura inviable. El jueves seis de noviembre, el jefe del Ejecutivo le respondió al diario El País –que lo difundió dos días después y el domingo siguiente en formato impreso– que su Gobierno había hecho todo lo que dependía de sus competencias para cumplir con los conmilitones de Carles Puigdemont. El pasado martes, dos de diciembre, en una entrevista en La Moncloa para el programa que Gemma Nierga presenta para el circuito catalán de TVE –aunque se emitió para toda España–, Sánchez dijo que era consciente de que había incumplido con Junts y anunciaba un decreto que esa misma mañana aprobaría el Consejo de Ministros para acceder a algunas de las exigencias del partido de la derecha supremacista catalana.
La conversión de Pedro se produjo en menos de cuatro semanas y tiene su porqué. La debilidad del Gobierno es extrema, porque el cerco de la corrupción se estrecha y ya apunta personalmente al presidente del Gobierno.
Tres son los frentes que le preocupan fundamentalmente, todos judiciales: si el caso Koldo le salpica directamente porque el “gigante de la militancia” y su ex jefe y otrora hombre de confianza de Sánchez, José Luis Ábalos, acaban por revelar algo que lo incrimine ante los jueces para aliviar su negro futuro penitenciario. El segundo es el juicio contra su hermano en Extremadura, sea en mayo y junio en Badajoz (la Audiencia Provincial acaba de retrasar la fecha) o en Cáceres porque surta efecto el aforamiento de Miguel Ángel Gallardo y la competencia pase al Tribunal Superior de Justicia. El tercero es cómo evolucionen las diligencias previas que se instruyen con su mujer como investigada. Y si escala al rescate de Air Europa.
Sánchez necesita de forma perentoria que la permanencia en el poder no se trunque durante el invierno. Su conversión busca extenderla al menos hasta el inicio de verano: le va la vida en seguir controlando la Fiscalía General y la Abogacía del Estado, porque su preocupación exclusiva son los tribunales. El incremento del daño que siga haciéndole al PSOE le importa exactamente lo mismo que el que le hace España: nada.
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