Paisaje urbano
Eduardo Osborne
La senda de Extremadura
ERA un invierno de "los del hambre". El Comité de Liberación recibía a Churchill en el Palacio del Ayuntamiento de París, mientras las Brigadas Españolas y sus tanques y los nombres de nuestras ciudades eran borradas de la Historia de Francia. Hitler aseguraba que iba a pasar con éxito las pruebas y que "quien se levante contra Alemania será aniquilado". Más al sur, Barcelona celebraba una corrida a beneficio del novillero Manolo Cortés, muerto en Algemesí; Sáenz de Buruaga ofertaba pisos de lujo en la calle Serrano, desde el Hotel Palace de Madrid, entre Cruzadas Anti-blasfemia.
Al sur del sur, los paisajes se hacían verbo en "La plaza. El cielo. El casino. Los labradores…" de Mario López y, como una prolongación de su Bujalance, el puesto de fruta en el mercado de Carmen Martínez Sarmiento, la hija de la Pura. Estaba casada con Francisco Castellano Borreguero y vivían en la plaza de los Naranjos con sus cuatro hijos, Francisco, Luisa, Agustín y Purificación. Perpetuando leyes romanas, heredaron el sobrenombre de los Puri.
Agustín Castellano, nació el domingo 12 de noviembre de 1944 y su cuna fue un capacho de higos. Apenas pisó la escuela; con 10 años trabajaba en el taller de su tío, en donde probaba la carne y se despertó su deseo de hartarse un día. "Tendrás que hacerte torero" -le respondieron- y se puso a ello. Con 13 o 14 años hizo sus primeras escapadas. Las palizas de las vaquillas le dolían menos que las del padre al volver. La finca de Rafael Espinosa de los Monteros fue el bautizo. Después de algunos revolcones, el ganadero sentenció: "No sabe; pero tiene valor".
Lo admitieron, con Gabriel de la Haba Zurito, y El Niño del Brillante, en la calle Helvia Albina. Entrenamientos y "toreos de salón"; el llano de La Salle, La Arruzafa y José María Montilla, su referente: "Era una celebridad de elegancia, de saber andar, de saber estar, de torero; era un dios. Me fijaba en él y los varetazos en mis piernas se me antojaban ya cornadas. Me sentía torero". La oportunidad fue un festival en Ronda que entrenó en Almodóvar junto a Zurito. Las vaquillas seguían ensañándose con él y lloró por estar en el cartel. Fueron a Sevilla y Manfredi le alquiló su primer vestido, negro y plata, de Pepe Luis Vázquez. Era el 10 de julio de 1960. En el hotel, frente al busto de Pedro Romero y La Silla "me transformé de tal modo que el toro no se atrevió a tocarme", recuerda. Cortó tres orejas y la siguiente, en Montoro, fue excepcional. Le dieron 2.000 pesetas y se compró una cama niquelada para no seguir durmiendo con su hermano.
Un año después debutó en Córdoba con caballos y toreó 30 más. En junio del 63 firmó cinco seguidas en Vista Alegre (Madrid), siempre que una mala tarde no lo bajara del cartel. A la tercera, un pitón le atravesó de medio a medio y fue su primera despedida con la vida. Quiso y reapareció en la misma plaza, en septiembre. En el primer toro vio al que lo había ensartado y al segundo le cortó dos orejas. Ese año en Las Ventas, un novillo le partió el pómulo y siguió con la chaquetilla llena de sangre, satisfecho, porque "las cornadas son honores de guerra; bellísimas. Ante ellas te superas". Junto a Zurito, en la misma plaza y a finales del 63, el toro que le rompió la femoral cayó hacia un lado y él hacia el otro. Hoy sabe que aquella cornada pudo ser la definitiva en el Linares del 47 o en el Pozoblanco del 84; pero Madrid tenía medios y médicos, algo que no hay en todos los accidentes: "El toro es la profesión de menos riesgo, salvo excepciones; pero siempre tiene que haber mártires para que prevalezca y se engrandezca".
Cuando el Coso de los Tejares se cerró, el último albero que se llevaron las zapatillas de un torero fueron las de El Puri. Ellas estrenaron el ruedo en la primera Feria de la Salud en Los Califas y vieron la primera alternativa, la suya, el 25 de mayo de 1965, con El Cordobés de padrino y El Pireo como testigo. Acuseta, de Carlos Núñez, fue el toro que lo doctoró.
Como en un guión de El Paseíllo cuya cartelera encabezó junto a José María Montilla, una tarde de toros en Egea se enamoró de unos ojos azules y del beso de una maña. Concepción Martínez y el torero se casaron años después, el día de Reyes de 1970; los hijos Francisco José, Agustín César, Gabriel Antonio y Eduardo forman parte de la empresa que es también su familia, Repuestos El Puri, creada en 1972 y que cuenta con 55 trabajadores.
Este hombre íntegro, valiente y confiado salió por la puerta grande de Montoro en el 70. Dejó en la memoria tres corridas de Miura, 28 tardes en Las Ventas con cuatro a hombros; dejó atrás grandes triunfos con bajas liquidaciones; apoderados o socios cicateros y algún veto poderoso, le llevaron a ir en la cuadrilla de Antonio José Galán durante tres años, antes de retirarse definitivamente y como matador el 29 de mayo de 1975 en Córdoba. Ahora en su casa tiene siete trajes de corto y cada día de Feria viste uno: "Hago la silla, y cuando me visto hay que apagar hasta la televisión; porque siento que me visto para ir a los toros". En Bilbao sigue siendo un invitado de lujo y una celebridad y, hace unos días, propuso un mano a mano con Finito que espera con ansia.
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