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Mikel Lejarza
La Traca Final
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Solo hay dos causas de muerte, las naturales y las accidentales. Las primeras son consecuencia de la enfermedad o la edad. Las segundas de accidentes, homicidios o suicidios. No hay más, aunque se puedan establecer algunos matices, ni hace falta más información fuera del círculo familiar e íntimo. Toda otra cosa la entiendo como vulneración de la intimidad, salvo en el caso de que, por la razón que sea, quien se enfrenta a la muerte quiera hacer público el mal que le afecta o la decisión que ha tomado. Ejemplos serían Rock Hudson haciendo valientemente público que padecía sida para combatir la demonización de la enfermedad y de los homosexuales –“si esto puede ayudar a otros, al menos puedo saber que mi propia desgracia tiene un valor positivo”, dijo– o Ramón Sampedro en defensa de la eutanasia. Son decisiones personales, no tomadas por otros, que tienen un fin.
Sin embargo, desde hace tiempo se sobreinforma sobre las causas de las muertes naturales de los famosos o conocidos dando detalles innecesarios sobre la enfermedad o el decaimiento físico por la edad. Es lógico que se haga si estas son accidentales, precisando, sin entrar en detalles morbosos, si se ha tratado de un accidente, un suicidio –en este caso hay que deplorar las impúdicas fotos de Marilyn muerta o de Zweig y su mujer en el lecho en el que se suicidaron, pese al tierno detalle de sus manos entrelazadas– o un asesinato. Casos de James Dean, Marilyn Monroe o Pasolini en el cine –que alcanzó una cumbre morbosa con la foto del accidente en el murió Jane Mansfield supuestamente decapitada, cuando lo que había sobre el asfalto era su peluca– o de Albert Camus, Stephan Zweig y Lorca (por los hunos) o Muñoz Seca (por los otros) en la literatura. Pero no es así si se trata de muerte natural.
Es algo que no solo afecta a los personajes más o menos conocidos que fallecen, también a los históricos. Entren en las páginas biográficas de escritores, actores o músicos que circulan por las redes y sabrán con todo detalle la enfermedad de la que murieron como si se hubiera consultado su historial médico. No basta señalar el año en el que murieron y añadir que fue de muerte natural (aunque no es necesario si no se indica que fue accidental, voluntaria o asesinado). Saber el detalle de la enfermedad que se los llevó por delante es, en mi opinión, una falta de respeto a su intimidad que nada añade a su biografía.
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