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Este jueves es una fecha marcada como peligrosa en el sanchismo. Hoy se celebra en el Supremo la vista de José Luis Ábalos y Koldo García, previa al juicio. Está marcada como peligrosa en el calendario sanchista, y probablemente más aún en el de los dos comparecientes, porque existen temores fundados de que el juez decida enviar a Ábalos, o a los dos, a prisión preventiva. O a ninguno, todo dependerá de las preguntas que formule el juez Puente, las respuestas que reciba, y la percepción del juez Luis Puente sobre intenciones de fuga de los mencionados comparecientes.
Evidentemente Ábalos y Koldo son los más preocupados por su futuro, la fiscalía pide para ellos 24 y 19 años de cárcel, respectivamente por diversos delitos relacionados con la corrupción. Pero no es difícil detectar el nerviosismo en Moncloa y Ferraz, aunque Sánchez ha adoptado una actitud chulesca, con la conocida estrategia de que la mejor defensa es el ataque, a lo que se emplea a fondo el presidente tratando de derrumbar de forma inmisericorde a Feijóo, su principal adversario. Tan inmisericorde, que el presidente transmite una irritación desbordada que lleva a pensar que se encuentra seriamente afectado por la condena de García Ortiz por una parte, y por lo que pueda ocurrir con Abalos y Koldo por otra.
La prueba última es su intervención en la sesión de control del Congreso, en la que aseguró que tanto el Tribunal Constitucional como el Tribunal de Justicia de la UE revocarán la condena del ex Fiscal General. Una osadía que, incluso si efectivamente las dos instituciones se pronunciaran como gustaría a Pedro Sánchez, se ha asentado la imagen de un jefe de Gobierno que actúa como si el fuera quien administra Justicia. En Bruselas ya lo han calado, y en las últimas semanas el grado de respeto hacia el jefe de gobierno español ha bajado muy considerablemente.
Cosa distinta son los sentimientos de los antiguos amigos y compañeros de Ábalos y Koldo hacia el ex ministro y ex número dos del partido y su hombre de confianza. En la actitud de Ábalos se advierte su incomodidad, incluso su sufrimiento, por el trato que recibe de personas destacadas del sanchismo que le bailaban el agua hasta hace nada: le miran ahora como si no le conocieran de nada. Es evidente que hay intranquilidad en ese sanchismo. Incluso miedo. Ábalos sabe todo de aquellos que tienen pecados que ocultar.
Si canta, como se dice vulgarmente, caerán cabezas importantes, aunque evidentemente no todos los sanchistas son corruptos. Pero suficientes como para hacer un roto y un descosido al partido y, por tanto, al gobierno. Con un añadido: si es enviado a prisión provisional para evitar su fuga antes del juicio, como se rumorea, dejará de percibir el salario de diputado y además no podrá votar. Y en esta situación angustiosa de Sánchez en la que cada voto vale oro, la continuidad del presidente de gobierno puede depender de su ex amigo, ex compañero y ex ministro.
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