El macareno Queipo

La hermandad de la Macarena hará ahora lo que debió haber hecho hace años, con o sin ley de por medio

Al parecer, la muchachada tiene severas calvas de ignorancia en cuanto a la Guerra Civil española. La aurora del mañana cree que la Guerra Civil se produjo porque el pueblo se rebeló contra Franco. Los chavales sitúan la gresca hacia los años 50 o 60. Y los exiliados -confundidos con emigrantes- fueron una especie de youtubers de Franco que fueron expulsados.

Tamaña sapiencia se desprende de un estudio realizado a bachilleres (16-17 años) de Madrid, Valencia y Sevilla por parte del instituto Cimop para la Asociación de Descendientes del Exilio Español. El estudio -subvencionado por el Ministerio de la Presidencia del maniobrero Félix Bolaños- revela el aguachirle mental de las criaturas respecto al bando sublevado (como era de esperar, el cuestionario no ahonda en los puntos oscuros de la República).

La larga noche de Franco es también un espacio lagunero en el cacumen de los chicos. Cierto es que el ambiente de ahí fuera lo pone difícil. Paul Preston habla del "holocausto español". Pero, a la vez, una canción con soniquete chupipandi y facha anima a volver con alborozo al 36. Ocurrió, como ya sabrán, en el reciente festival VivaVox, organizado por probables borrachines del partido de Abascal (impagable el desfile de abanderados vestidos de toreros, conquistadores, emperadores de la Casa de Austria, frailes y curas, caballeros de la triste figura, soldados de los tercios, etc.). Si esto es una emulsión de orgullo español, pues la verdad es que preferimos ser uzbekos o, simplemente, españoles.

Y ahora, Queipo. ¿Sabrían decirnos los chicos de Sevilla quién fue Gonzalo Queipo de Llano y Sierra? Con tan galanudo nombre, deducirán que es tal vez el nuevo amor de Tamara Falcó, socialité a la par que pura y limpia de España. Nada sabrán de aquellos tremebundos salivazos de Queipo lanzados por Unión Radio Sevilla (les sonará a humor por TikTok). Tampoco sabrán que su tumba aún se halla en la Basílica de la Macarena. Como es sabido, sus restos serán exhumados en aplicación de la Ley de Memoria Democrática, de sibilino nombre, pero recientemente aprobada por la casa de elefantes del Senado.

La hermandad de la Macarena hará ahora lo que debió haber hecho hace años, con o sin ley de por medio. Le habría bastado con ejercer la caridad cristiana y reparar su indigno error sin excusas protocolarias. Esto es, retirar los huesos de la discordia y colocarlos con dignidad en un columbario o donde la familia del arribista y antaño militar republicano, luego conspirador y cruel represor estime oportuno (y, por supuesto, con gasto a cargo de familia y macarenos).

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