La homeostasis

La cooperación es necesaria; una sociedad exclusivamente formada por tramposos no podría subsistir

Los sentimientos y las emociones tienen muy mal cartel, muy mala fama, especialmente las segundas. La vida afectiva en general no goza de catadura moral, sobre todo entre la gente que propugna la corrección social. Hay que reconocer que, a pesar del poder de que disponen (de lo que se ha hablado el otro día), no cuentan con buenos predicadores favorables y sí bastantes detractores. Ya, desde las primeras lecciones morales de la familia y de la escuela, quedan al margen y se nos está diciendo que ¡ojo! debemos y tenemos que controlar todo ese mundo interior con el guardián de nuestra vida, con la razón. Y ni se nos enseña a manejarlos con eficacia. Sin embargo son ellos los que empujan en la vida y en la existencia, mostrando el placer y la felicidad o, al contrario, el dolor y la miseria.

Homeostasis es una palabra de origen griego compuesta de dos términos: homo, que significa igual, y stasis, estar, es decir, permanecer igual. Posición persistente y sólida, equilibrio, estabilidad. La homeostasis es un concepto que explican los sicólogos, los filósofos y los pensadores en general como el medio de que disponemos para regular nuestra vida, para detectar si está carente de algo o, por el contrario, tiene excesos. Es el sistema de autorregulación y de información de que disponen los seres vivos. Y de lo que nosotros mismos nos damos cuenta cuando percibimos que estamos tranquilos, como completos, más allá de sueños y fantasías, y ni nos falta de nada ni nada nos sobra.

Los sentimientos son los que regulan a fin de cuentas nuestra homeostasis. Son ellos los que nos ofrecen el placer y el dolor como referencias básicas de nuestro estado y son ellos que promueven movimientos culturales, económicos y sociales para nuestra redención o nuestra bancarrota. Y los que nos salvaron como seres vivos y como especie. Lo hicieron cuando desde el principio, ya como bacterias, buscando beneficios, entendieron, dice Antonio Damasio, que en la relación entre unos y otros eran "gemelos" la cooperación y la competencia. De donde una vez más, en el juego de los tramposos y los incautos, queda claro que la cooperación no solo se apoya en discursos moralizantes sino que es una verdadera exigencia científica. Una sociedad exclusivamente formada por tramposos no podría subsistir. Como dice Adela Cortina, hasta una sociedad de demonios necesita cooperación para mantenerse y permanecer.

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