Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
Así termina el himno de los Estados Unidos de América: la tierra de los libres y el hogar de los valientes. Mucha valentía deberá derrochar el Partido Demócrata allí para intentar mantener el Despacho Oval. Biden no da más de sí. Y es una lástima.
Hay una diferencia abismal entre la categoría política e ideológica del presidente Biden y el sujeto que desde el Partido Republicano le disputa la carrera y la diferencia debería saldarse, sin ningún género de dudas, a favor del primero, pero la política, como siempre digo y escribo, es esencialmente percepción y, en ese sentido (estrictamente práctico, radicalmente subjetivo, susceptible de explotar las emociones), Biden ya está amortizado. Realmente, venía estándolo desde el discurso donde confirmó que seguiría adelante para aspirar a un segundo mandato. Donald Trump (no tengo más remedio que volver a nombrarlo, cosa que dejé de hacer, con felicidad, en esta columna) –posiblemente el peor presidente en la historia reciente de los Estados Unidos, con unos datos económicos discretísimos en su mandato, pésimos en términos geopolíticos, peligrosísimos en los de estabilidad, profundamente retador y divisivo, y, ahora, para rematar, también ganador de alguna condena penal, y las que pueden venir – tiene el campo abierto si Biden continua como candidato a la Casa Blanca. No porque la opción Trump sea, como señalé antes, política o ideológicamente mejor, sino porque la percepción instalada, con datos que lamentablemente la avalan, es que el presidente actual ya no está en condiciones para desempeñar el puesto. La edad, los lapsus, las inconexiones, la imagen… insisto, la percepción.
El primer debate entre los candidatos destrozó a Biden. No lo hizo Trump. Se hizo solo. La buena actuación de Biden ante las cámaras en el estado de la Unión fue un pasajero espejismo del que, a partir de ya, nadie recordará. Como las cosas van tan rápido, es posible que cuando esta columna se lea, la duda ya hecha pánico entre los demócratas empuje a Biden a una renuncia que abra las puertas a una nueva candidatura que, a pesar del lastre evidente de operar como repuesto, puede ser la única posibilidad real de batir a Trump. No sé bien qué candidatura debería, o podría, conformarse, pero sospecho que cualquier opción diferente (previsible, con Kamala Harris, estudiada, con Gavin Newsom, o más deseada que real, con Michelle Obama) tendría alguna oportunidad más que la que hoy ofrece el presidente Biden.
Es ya. Si los demócratas, y en especial Biden, no reaccionan inmediatamente con un ticket nuevo, evidentemente arriesgado y de resultado incierto, el hogar de los valientes será otra vez una jaula de grillos. Y ese es el resultado fatal que hay que intentar evitar.
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