El estanco del Realejo

30 de mayo 2010 - 01:00

EL otro día me llevé un sofocón de los grandes cuando me enteré de que se había muerto Rafael, el dueño del estanco del Realejo, que lo conocía desde que tenía uso de razón y les puedo asegurar que a hombre cabal, a atento, y a trabajador no había quien le ganara, que pocos he conocido yo como ese hombre.

A los de San Agustín siempre nos han pillado otros estancos más cerca, como el que había por la Piedra Escrita, pero a mi padre siempre le gustaba comprar el tabaco en el estanco del Realejo y yo sé que le gustaba por charlar un ratillo con Rafael, su dueño. Además, ese estanco lo conoce toda Córdoba, porque Rafael abría muy temprano, para los que compraban los cigarrillos para ir al trabajo, a las siete y media ya estaba la persiana levantada, y hasta antes algunos días. Y luego había días que le daban las tantas, y hasta los sábados por la tarde, lo que yo les cuente, que Rafael era el hombre más trabajador que yo he visto en mi vida. De vez en cuando le echaba una mano su mujer, pero él solo se bastaba, que menudo manejo el que se gastaba, daba gusto verlo tras el mostrador. Y no se vayan a creer que sólo vendía tabaco y sellos, para nada, que yo he comprado en ese estanco de todo, cola para pegar, caramelos, chinchetas y todo lo que uno se pudiera imaginar, que raro era que te dijera que no tenía de algo. Les estoy hablando, por si alguien no se ha dado cuenta, del estanco más pequeño que tenía en el Realejo, el que había enfrente de donde acaba Isaac Peral, que el de ahora, frente a la parada del autobús, que lo abrió también él, tiene mucho menos tiempo.

Yo no he visto ninguno de sus cuadros, pero me han dicho que Rafael tenía mano de artista para la pintura, y tampoco me extraña, que la verdad es que se podía hablar con él de todo, que se le notaba que era un hombre leído, y no porque se pasara el día rodeado de periódicos, aunque también podría ser, que si uno lee mi Día todos los días acaba sabiendo de todo. Como les decía, poco antes de jubilarse Rafael mudó el estanco unos metros más arriba, junto a la autoescuela, un local muy grande y muy bien puesto. Pues no se vayan a creer ustedes que tenía más cosas que en el estanco primero, que el espacio engañaba, que lo tenía todo muy bien puesto y nunca le faltaba de nada, pero de nada. Su hija Maricarmen le ha salido igual de trabajadora y por eso todo el mundo sigue conociendo el estanco, que de tal palo tal astilla, o eso dicen. En fin, que cómo les decía, que conocía de toda la vida al bueno de Rafael y me ha dado mucha pena que se nos haya ido, que era un cordobés de los pies a la cabeza, y uno de los hombres más trabajadores que he visto en mi vida.

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