La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El 'esaborío' se hace el gracioso

Ni la libertad de expresión ni el sentido del humor tienen que ver con su grosería y el incumplimiento de su oficio

Aqué puñetas le llaman algunos libertad de expresión o humor? ¿A reírse de las víctimas del terrorismo? ¿A hacer bromas con el Holocausto? ¿A hacer pintadas blasfemas en los muros de una iglesia? ¿O a que un alto cargo de representación diplomática de España ridiculice a la presidenta de Andalucía y a los andaluces? El afortunadamente ya ex cónsul de España en Washington, Enrique Sardà Valls, destituido tan justa como fulminantemente por burlarse de Susana Díaz y los andaluces en Facebook utilizando un lenguaje grosero que parodiaba el habla andaluza, ha pedido perdón por lo que llama una "broma desafortunada". Pero a la vez considera "desproporcionado" su cese, califica de "linchamiento" las reacciones suscitadas por su gracieta y denuncia que en España no hay "libertad de expresión" y "se ha perdido por completo el sentido del humor". Rematando: "España, que era un país alegre y chistoso, ya no lo es. Nadie se puede permitir el menor desliz de nada".

Hombre, vamos a ver. Que un diplomático insulte groseramente a la presidenta de una comunidad autónoma haciendo burla de su habla es algo más que un desliz menor y nada tiene que ver con las parodias de los tópicos regionales vueltas a poner de moda por las dos películas de los ocho apellidos. Usted no es ni Dani Rovira ni Karra Elejalde, sino un alto miembro del cuerpo diplomático que no se puede permitir ni deslices ni gracietas (y a quien no se le permiten en el caso de que se tome la libertad de hacerlas); y además, insisto, tan groseras como estúpidas y privadas de gracia e ingenio.

Lo de la libertad de expresión nada tiene que ver con la grosería y mucho menos con el flagrante incumplimiento de su oficio como representante de España, de toda España, también de Andalucía, al burlarse en público de la más alta autoridad de la comunidad remedando grotescamente el habla andaluza. En cuanto a que en España se haya perdido el sentido del humor lo dirá por usted mismo, señor cónsul, porque los dioses no le han obsequiado con él. Vamos, que larga carrera diplomática tendrá usted, no digo que no , pero poco de Quevedo, Jardiel Poncela, Tono, Azcona, Jerome K. Jerome o Wodehouse. En cuanto lo del país alegre y chistoso al que usted alude, suena un poquito, solo un poquito, a tópico rancio. Y de linchamiento, nada: lo lógico y justo cuando se mete la pata tan hasta el fondo como usted lo ha hecho.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios