Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Un drama
Su propio afán
Pedro Sánchez declaró, campanudo, que, si pactase el Gobierno de España con Podemos, él no podría dormir tranquilo. A renglón seguido, pactó con Podemos el Gobierno de España. Y ahora, en un sorprendente giro de los acontecimientos que habría satisfecho los más exigentes estándares irónicos de Sófocles, él no puede dormir tranquilo.
No es, desde luego, por problemas de conciencia ni por lo que, entre leyes absurdas y la economía y el empleo, nos han traído a los españoles. Lo que le tiene sin dormir es que hay muchas posibilidades de que Unidas Podemos le estropee la recta final de su legislatura, en cuyo sprint tenía puestas todas las esperanzas de renovar sus dulces sueños en el colchón de La Moncloa. Quería rentabilizar su presidencia de la Unión Europea y y un estirón de ayudas económicas y tal vez desenterrar a José Antonio o algo.
El caso entra dentro de los magistrales estándares de la ironía sofoclea porque se cumple el presagio al pie de la letra (la falta de sueño) aunque por otros intrincados vericuetos completamente distintos a los que todo el mundo supuso.
¿Para qué querría Podemos destrozar el sueño de Sánchez? Hay razones evidentes. Están los pulsos ideológicos entre ambas formaciones. Podemos no quiere reformar su ley del sólo sí es sí porque no quiere dar un paso atrás en el progreso (aunque haya soltado agresores sexuales) y el PSOE -que tiene algún votante más pegado al sentido común- sabe que o hace la reforma o le arrastra el escándalo. La distinta visión del feminismo (trans o terf) también ha producido una quiebra entre ambas formaciones. Sánchez podría bandearlas con un Podemos de coleta caída, pero colea el escándalo de Tito Berni que regala a los morados una oportunidad de oro para salirse por la tangente de una coalición que les había puesto contra las cuerdas. Cuando las municipales están al caer.
Podemos necesita marcar distancia con Sánchez. Ahora, que es el peor momento para el presidente, es el mejor para hacerlo. En España los votos oscilan entre los distintos partidos de cada campo ideológico y son muy pocos los que saltan de izquierda a derecha o al revés. Esto hace que los verdaderos rivales sean los únicos socios posibles, tanto en un lado como en otro. Podemos, que parecía que no podía, puede rascar votos a un PSOE en horas bajas y en una situación táctica muy complicada. Sánchez lo vaticinó: no podría dormir tranquilo en La Moncloa.
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