No de las trampas de las redes, ni del consumo temprano a través de ellas de pornografía, ni del abuso de los móviles. Protejan a los menores de Mary Poppins. Les puede convertir en racistas, imperialistas, xenófobos, supremacistas. Parece simpática e inofensiva, tiene unas canciones preciosas, una ternura muy especial y unas interpretaciones magníficas. El señor Banks se libera del yugo capitalista cuando descubre en su bolsillo los dos peniques que les ha quitado a sus hijos para que los inviertan en acciones en vez de despilfarrarlos comprando comida para las palomas a la anciana de la escalinata de San Pablo. La señora Banks es sufragista y le tira huevos al alcalde. Hace apología del reciclaje cuando se recompone la cometa rota. Se critica la voracidad de los bancos. Y es animalista al ponerse, mucho antes de que se prohibiera, de parte del simpático zorro en la cacería que se incluye en el viaje al universo dibujado.

Parece que no se puede exigir más corrección política. Pues resulta que es peligrosa. Lo ha descubierto la Junta Británica de Clasificación de Películas tras una ardua investigación centrada en encontrar y denunciar elementos racistas y discriminatorios en las películas. Tras descubrirlo ha procedido a pasar su calificación de apta para todos los públicos por carecer de contenidos ofensivos a calificarla de visión bajo control parental. “Entendemos por nuestra investigación sobre racismo y discriminación –comunicó la Junta de Clasificación– que una de las preocupaciones clave para los padres es la posibilidad de exponer a los niños a un lenguaje o comportamiento discriminatorio que pueden encontrar angustiante o repetir sin darse cuenta del posible delito. El contenido con una condena inmediata y clara tiene más probabilidades de recibir una calificación más baja”.

¿Qué es lo que durante 60 años ha podido causar angustia o inducir a delitos racistas a los niños? Que el almirante Boom utilice dos veces hotentote –forma despectiva de los europeos para referirse a los Khoikhoi africanos– al ver a los niños Banks tiznados y a los deshollinadores bailando en los tejados. Menos mal que se han dado cuenta. Desafortunadamente se les ha pasado el peligro que supone lo de “con un poco de azúcar esa píldora que os dan pasará mejor”. ¿Qué píldora? ¿Qué pasa con las calorías y el sobrepeso? ¿Y si los niños son diabéticos? Esto es un no parar.