Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Cuando escucho Spotify (playlist de esta semana: T.Rex, Joni Mitchell), cada dos por tres se cuela una horrible cuña publicitaria que repite: “La democracia es tu poder. Defiéndela”. Ya tenemos aquí al gran Pedro Sánchez en campaña electoral. Y como siempre, ya está jugando a engañarnos a todos con sus feas y sucias y tóxicas mentiras. Y lo que es peor, estas mentiras revelan, freudianamente, la pulsión totalitaria (cien por cien franquista) que anida detrás del sanchismo: “La democracia es tu poder. Defiéndela”. Es decir, traducido al mensaje subliminal que quieren trasmitirnos: “Pedro Sánchez es la democracia. Defiéndelo porque su poder es tu poder. Y cuando lo atacan a él, te están atacando a ti”. Desde luego, Sánchez tiene buenos asesores, porque el truco tiene gancho. Ahora bien, el mensaje es pura farfolla, como era farfolla toda la propaganda del franquismo.
Hay cosas elementales que no debemos olvidar. Y una de las más importantes es que la democracia no es poder. Justamente es lo contrario: renuncia al poder, alternancia en el poder, que ni siquiera es poder –es decir, imposición, fuerza, dominio– sino administración, gestión, gobierno. En una democracia, nadie ejerce el poder, sino que el poder se distribuye y se comparte. Por eso existen los mecanismos que limitan el poder, empezando por el más importante de todos, que es el poder judicial, un poder que debe ser independiente y que no puede ser ejercido por peleles ni bobalicones ni adeptos, tal como les gustaría a los sanchistas. Esta es una verdad tan sencilla que da vergüenza repetirla, pero para que el poder judicial sea efectivo –es decir, democrático–, debe ser ejercido por personas que no dependan del poder político y que no le deban obediencia al gobierno, sea quien sea el gobierno de turno. Y cuando se quiere eliminar el poder judicial –como hace el sanchismo–, para sustituirlo por un dócil entramado de subordinados sin un átomo de autonomía moral ni conciencia personal, se está dinamitando el arco de bóveda de la democracia. Es tan simple como eso.
No puede haber una democracia sin poder judicial independiente, tal como quieren todos los autócratas de derechas y de izquierdas. Y sí, sí, en esa abyecta categoría figura Pedro Sánchez.
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