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La conversión de Pedro
Empieza septiembre, mes con mala fama por el ocaso de las vacaciones y la vuelta al curso, aunque alguno conozco que deseando estaba de volver a las añoradas rutinas de las radios sonando bien despiertas rompiendo las madrugadas y el café dispuesto en el bar de la esquina antes de que el enterado de siempre se haga con el periódico. Este ejercicio que entra viene cargado además con buena munición electoral, y el que más y el que menos afila sus mensajes para buscar posiciones en la dura carrera electoral que les espera.
Si en la izquierda se observa un posicionamiento claramente a la defensiva, solamente confiado a las malas decisiones del enemigo que permitan otra vez el mantenimiento del poder por vía de la aritmética, que no de la victoria, en la derecha puede percibirse un nerviosismo casi adolescente de quien atisba el objetivo en el horizonte, pero no termina de alcanzarlo. En esta línea, ha sorprendido un tanto el giro a la derecha ordenado por Feijóo a los suyos en temas candentes como la inmigración para ajustar cierto margen donde el partido de Abascal se muestra cómodo, aunque no termina uno de ver el desbarre de este contra la Iglesia a cuenta de su rechazo frontal, con comunicado incluido, a la prohibición de celebración de un rito musulmán por un ayuntamiento de la cuerda. Si algo denota este alejamiento de Vox hacia la jerarquía eclesiástica es, precisamente, su alto grado de confianza ante las futuras citas electorales, lo que a su vez genera una clara incomodidad en el Partido Popular, que más temprano que tarde habrá de despejar sus muchas dudas en este tema.
Posiblemente será, a pesar de todo, desde Andalucía, donde se juegue la prórroga de este partido interminable, y ello habrá de ocurrir con las elecciones en nuestra comunidad autónoma. Sobre esta premisa, no debería retrasarse demasiado su convocatoria por el presidente Juanma Moreno, quien al viento de cola de las encuestas (aquí Vox es claramente un problema menor) suma la posibilidad cierta de derrotar con claridad a la candidata Montero, que es casi como decir que al presidente Sánchez, tal es la asimilación en la que ella misma ha puesto demasiado de su parte. Una victoria, por muchas razones, cualificada, que debe marcar un cambio de ciclo en la política nacional que a nadie cogerá por sorpresa.
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