Cristianos

Por montera

Las razones por las que algunos genocidios son noticia y otros no daría para muchas tesis. Damos por sentado que todos los crímenes cometidos son condenables, lamentables e imposibles de concebir por mentes y corazones sanos. En este sentido, sorprende cuando menos que no se hable de lo que les ocurre a los cristianos en Nigeria. Entre 2022 y 2024, diez mil seguidores de la cruz fueron asesinados en este país. Si sumamos las víctimas durante las últimas dos décadas, la cifra se eleva a cincuenta mil. Y es más que probable que esta tétrica contabilidad se quede muy corta. El grupo terrorista Boko Haram, entre otros de similar pelaje, campa a sus anchas imponiendo su ley, la sharía. Nos recuerda esta matanza a la perpetrada contra los cristianos en Siria en fechas recientes o contra los cristianos armenios entre 1915 y 1923, en lo que constituyó y sigue constituyendo una vergüenza, una mancha imposible de limpiar. En Nigeria, el gobierno actual no pasa del lamento, sin tomar cartas en el asunto. Y del mismo modo que desconocemos por qué unos holocaustos son conocidos y a otros se los condena a la ocultación y al olvido, tampoco entendemos por qué las instituciones internacionales o los países con fuerza no median en este asunto para detener el crimen continuado. Los echan de sus de sus granjas, condenándolos a morir de hambre. A diario. Los expulsan de sus tierras. Los violan. Los torturan. Los esclavizan. Los martirizan. Los asesinan. El aviso de Cristo respecto a que los creyentes serían perseguidos por su causa pocas veces ha sido tan tristemente cierto como hoy en Nigeria. Clama al cielo, nunca mejor dicho, el silencio de la ONU, de la UE, de EEUU, del mismísimo Vaticano. La penúltima noticia que nos llega es una nueva matanza de cristianos a manos de musulmanes fulani llevada a cabo entre el 24 y el 26 de mayo, es decir, el fin de semana pasado. Y tenemos que decir penúltima porque, por desgracia, de la última aún no nos ha llegado la información pero visto lo visto debemos pensar que ya se ha producido. Qué dolor, Ucrania y Gaza, quién lo duda. Pero qué dolor el de los cristianos en Nigeria, tan callado, tan silenciado, evitado por los focos.

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