El contador

19 de mayo 2025 - 03:08

Hace 666 días que Pedro Sánchez perdió las elecciones. Han pasado 550 días desde que fue investido presidente por última vez: coalición con Sumar, respaldada por una mayoría parlamentaria, con protagonismo especial de Junts, Esquerra Republicana y, estómagos de rumiante, Bildu. 431 han transcurrido desde la aprobación de la Ley de Amnistía, giro dramático, no por ello inesperado, que destrozó sin rubor sus promesas de campaña, sus declaraciones institucionales previas y varias resoluciones de los congresos del PSOE, cuyos parlamentarios silentes ni chistaron al aparcar sus valores en doble fila, sin preocuparse si la grúa social actuaba –total, son valores de alquiler que paga la empresa–. Hace 389 días que Sánchez nos remitió su carta, “estar enamorado es…”: reflexionó, amagó con irse, para que, al final, lo llevasen en volandas; en volandas, qué ironía verbal parece alimentar ahora. Si miramos más, 1.304 días lleva Sánchez privándonos de cuentas, sin presupuestos, como si no pasara nada, y 1.042 sin debate sobre el estado de la Nación, para qué, si todo va de vicio. 21 días desde el apagón y 10 desde el alumbrado feriante de los mensajes. Si leído atosiga, cansa y aburre, ni qué decir vivido.

Es peor la cuenta. Si consideramos el plazo máximo, pueden restar hasta 826 días para las próximas elecciones generales. Inaguantable. Poco queda que pueda destrozarse para tanto tiempo disponible.

He puesto en marcha este contador. Es mío, pero con gusto lo cedo. No quiero seguir votando en contra de alguien en lugar de a favor de algo. Ese es el mayor reproche que personalmente le hago a Sánchez. Me enerva tanto su falta de escrúpulo, su falsa conmiseración permanente conmigo, su ultraje a mi inteligencia, su poder devastador sobre mis cosas de comer, que deseo fervientemente que, cuanto antes, convoque elecciones para que pueda ser mi última vez de votar en su contra. Con Sánchez derrotado electoralmente, lo cual es previsible, como ya fue, pero también parlamentariamente, sin que forme pesadillas de nuevo, ya regresaré después a las urnas comprando futuro. No quiero solo derrotar a Sánchez, lo que quiero es que él no derrote definitivamente al país. Y para eso urge una alternativa.

La urgencia de la que hablo es democrática, quirúrgicamente democrática. Se trata de mirar al país y preguntarse cuántos días más podremos soportar su deterioro. Es precisa una opción transversal que, desde el pragmatismo, la decencia, la moderación y el sentido común, inequívocamente refleje unidad para recuperar el gobierno de España, no desde un concepto partidario, que ahora me resulta irrelevante, sino genuinamente político: recuperarlo como una institución digna y útil. Lo reclamo y reivindico.

Este habitante contará los días, en los papeles, en las calles y en las redes, donde se me pueda escuchar, y aspira humildemente a contribuir a que una mayoría social rescate al país, sin Pedro Sánchez. Contando. Día 1.

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