Hace ya casi cuatro años una tormenta electoral perfecta dejó al Partido Popular sin la Alcaldía de Córdoba por menos de trescientos votos. Fue la consecuencia de un voto de castigo no a la gestión popular, absolutamente sobresaliente si la comparamos con lo que vino después, sino principalmente a la corrupción y a la gestión poco diligente de otros en otros lugares. Un voto de castigo en la persona equivocada, que carecía de razón de ser municipal y que se convirtió en un tiro en el pie de la ciudad.

La alcaldesa, a lomos de un pacto con la ultraizquierda (sí, la hay), tomó el bastón de mando con un único proyecto y objetivo, arrebatar el poder al PP, y, tal y como ha reconocido después ella misma, sin un equipo preparado para gobernar ni un programa que desarrollar. Las consecuencias de aquello las padecemos hoy: la Gerencia de Urbanismo colapsada, multitud de proyectos en espera y paralizados, el sector turístico levantado en armas y con datos inquietantes, con docenas de comisiones inservibles en marcha y enfrascados en polémicas estériles que aburren hasta a los más próximos al equipo de gobierno.

De la misma serie de anuncios que el IBI a los pisos vacíos, la reclamación de la titularidad de la Mezquita y en general las 51 medidas del pacto de investidura con IU y Ganemos, la alcaldesa ha presentado un llamado Plan de impulso a la ciudad cuyo contenido suena a mezcla de chiste y brindis al sol pero que tiene dos valores importantes: la afirmación tajante de que la ciudad está paralizada por un lado y el reconocimiento implícito de que los nuevos tiempos en la Junta de Andalucía pueden ser beneficiosos para Córdoba por otra. Quizá podría haberlo hecho antes, pero bien está que reconozca que la Junta socialista ha tratado pésimamente a Córdoba. Sólo por ello hay que saludar la presentación de lo que se convertirá en uno de los principales activos de la oposición durante la larga campaña electoral que se avecina. Paralizada y abandonada, reconoce la responsable de evitar ambas cosas.

En una severa crítica a sus socios, dice Ganemos, hasta no hace mucho la marca blanca de un Podemos del que -vistos los resultados electorales andaluces- inteligentemente se están apartando, que ese pacto de investidura sólo ha sido cumplido en una tercera parte. Muchos creemos por el contrario que es lo único bueno que se puede decir del mismo es eso y que debemos celebrar que los dos tercios restantes se hayan quedado en el tintero. No hace falta ser adivino para saber que del pacto de impulso a la ciudad no se cumplirá ni una décima parte y que tendrán que ser Bellido y su equipo quienes, en mayo y como antes hicieron Nieto y el suyo, acaben con la parálisis.

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