Monticello
Víctor J. Vázquez
Un triunfo póstumo
Su propio afán
En mi último artículo me declaré contrario a la idea de que Telemadrid retransmitiese la boda del alcalde de Madrid. Hacer política con la imagen y el sentimentalismo como Pedro Sánchez era mala idea.
Encima, Sánchez es un profesional de la fotogenia, con lo que nos ponemos a competir en inferioridad de condiciones. Y digo esto con el más profundo respeto al físico de Martínez Almeida, y aún más, con gran solidaridad. Yo, además, estoy gordo. En nuestro descargo, hay que decir que ser feúcho y tener diastema tiene una ventaja que detectó el poeta brasileño Mario Quintana: “Las sonrisas desdentadas son las más sinceras”. Quien tiene una sonrisa irresistible no se resiste a usarla de cartel electoral o para vendernos sus mentiras gordas.
Pero la tiranía de la imagen, ¿no es irremediable? Sí. Los poderosos siempre han intentado venderse bien al pueblo, pues, en última instancia, todo el poder reside en la opinión, incluso el de los tiranos, que tiran de imagen como el que más. Pero las cosas iban mejor cuando de la imagen se encargaban las letras.
Véase el chotis del alcalde. Por escrito hubiese quedado espectacular. Era un homenaje redondo a la ciudad que regenta. Por oral también lo habrían contado los invitados, muy partidarios y agradecidos. Incluso si lo hubiese grabado alguien con su móvil, como habría sido un robado, habría estado cubierto por un velo de pudor e inocencia. Lo malo es lo difícil que es bailarlo, que bien grabado queda peor y que la danza no es una de las gracias que quiso dar el Cielo a los felices contrayentes. A mí tampoco. Tan poco, que en mi boda mi hermano Nicolás tuvo el detalle de abrir el baile con su flamante cuñada, como si yo estuviese impedido, como lo estaba, por mi absoluta falta de ritmo. De nuevo, mi empatía con Almeida no puede ser mayor.
Ni salir de muerte en las fotos y los reportajes ni bailar como Fred Astaire son requisitos para ser un buen político, sino cumplir las promesas por las que te votaron, mejorar las vidas de los administrados y dignificar y proteger las instituciones. Son los logros que deseo a Almeida, y la felicidad familiar. Urge no distraer con un exceso de presencia mediática, que sólo favorece a los magos de la imagen y que fomenta que triunfen en política los más jovenzuelos y fotogénicos y no los más preparados, honestos y trabajadores. Más letras y menos fotos, sería mi lema. Y el chotis, en la intimidad.
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