Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
NO defraudó. Al contrario. Alfonso Guerra superó una expectativa ya alta respecto a su discurso de aceptación del XIII Premio Manuel Clavero. Tampoco Felipe González, que en su laudatio reivindicó el papel fundamental que su principal colaborador en su etapa de Gobierno jugó en la construcción de la España de libertad y progreso que ha posibilitado la Constitución de 1978, un texto amenazado por una mutación constitucional que lleva al confederalismo y, por tanto, a la desaparición de España como Estado. Una preocupación de Guerra que aquí también hemos compartido.
La altura intelectual de su discurso, que reproducimos en las páginas de la cobertura de la ceremonia de entrega del premio que otorga este grupo editorial y la Fundación Persán, me hizo pensar qué cerca teníamos a algunos de los principales protagonistas de la Transición y qué lejos está la política actual de ese ideal de construir, de progresar, de respetar la posición del otro, a través de la cesión mutua como método para llegar al acuerdo.
Felipe y Alfonso, por ese orden, recordaron que nunca antes en España se había logrado un marco jurídico constitucional que naciese de un pacto, de la anteposición del beneficio común sobre el planteamiento ideológico o la conveniencia partidista.
Ya había advertido Guerra a algunos de sus conocidos que venía a decir “algunas cositas”. A fe que lo hizo, especialmente cuando mostró su convicción de que la ley de amnistía sí vulnera la Constitución. Es más, un convencimiento que cree compartir incluso con quienes redactaron la sentencia del Tribunal Constitucional que la avaló, “porque todos entendemos que ni siquiera el Parlamento está por encima de la Constitución” .
Qué lejos están esos pensamientos de un Gobierno, y para su pesar, de un PSOE, el de Pedro Sánchez, capaz de violentar todos esos consensos y los que hagan falta con tal de permanecer unos meses más en el poder. De nada le sirvió a Sánchez el ejemplo de Felipe González en 1996, que jamás se interpuso para impedir la alternancia cuando perdió las elecciones por escaso margen. Y qué lejos del ansia viva del PP de Alberto Núñez Feijóo por llegar al poder tras el gatillazo de su victoria insuficiente de julio de 2023, que le ha hecho renunciar a su vocación de político moderado.
Al menos nos queda la fortuna de seguir teniendo tan cerca el ejemplo democrático de Felipe González y Alfonso Guerra. Y el legado de Manuel Clavero.
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