En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

El cartel de Marcos Alonso

Supongo que habrá quien al enterarse de la prematura muerte del exfutbolista y exentrenador Marcos Alonso -sobre todo si es culé- viajaría atrás en el tiempo con la mente a aquel 4 de junio de 1983 cuando en el estadio de la Romareda -del Real Zaragoza- le marcó un golazo al Real Madrid coronando al Barcelona como campeón de la Copa del Rey. Un centro pasado de Julio Alberto desde la izquierda lo transformó Marcos Alonso en un testarazo impresionante, en plancha, cambiando la trayectoria del balón y elevándolo ante la salida de Miguel Ángel. Ese gol -que suponía el 2 a 1 definitivo de un partido en el que Maradona fue cosido a patadas por Camacho- además es recordado porque Bernd Shuster, entonces en el equipo catalán y que manejaba el partido a su antojo como solo él sabía hacer, le puso el epílogo al tanto regalando varios cortes de manga dentro de la portería a los aficionados merengues. Pero la gloria de ese partido no se la llevó el 8 alemán ni el 10 argentino; la gloria fue para el 11 español, Marcos, un jugador menos llamativo que ambos y que dio un título a un equipo devorado por sus genios en el minuto 90 del choque. Así sabía mejor.

Gol de Marcos al Madrid en la final de la Copa del Rey. Gol de Marcos al Madrid en la final de la Copa del Rey.

Gol de Marcos al Madrid en la final de la Copa del Rey. / El Día

A mí, sin embargo, el primer recuerdo que me vino a la cabeza cuando me enteré de la triste noticia relacionada con Pichón, como lo llamaban cariñosamente sus compañeros y amigos, fue el cartel anunciador de un encuentro del Atlético de Madrid en el Vicente Calderón allá por 1979 ó 1980 -ilustrado con una fotografía del futbolista, entonces rojiblanco- y de todo lo que ese cartel que colgó a modo de póster en mi habitación durante mi niñez y adolescencia acabó representando. El equipo colchonero remitía religiosamente todos los carteles de los partidos en los que el Atleti jugaba en casa, que incluía el correspondiente precio de las entradas, a la entonces Peña Atlética Belalcazareña de El Cordobés y me vinieron imágenes de aquel tiempo que ya no volverá en la que el fútbol se vivía entre amigos merengues y colchoneros en aquella sede de la calle Soto Alvarado ubicada en un bar. De una época en la que el deporte del balón no estaba tan malamente mercantilizado y en el que las rivalidades no estaban manchadas de ese hooliganismo que poco bien le hace al llamado deporte rey.

Y recordé aquellos partidos de las tres temporadas que jugó en su primera etapa en el equipo que entonces presidía Vicente Calderón formando delantera con el mexicano Hugo Sánchez y Rubio y las veces que me lo encontraba en los vestuarios de aquel mítico templo colchonero en su segunda etapa en el equipo, en las que la delantera la compartía con el portugués Paulo Futre, cuando acreditado como periodista asistía a los entrenamientos. Puedo decir que ese niño tuvo la suerte de conocer y entrevistar a ese 11 rojiblanco que compartió con él desde un cartel colgado en su habitación el final de su infancia y toda su adolescencia. Hasta siempre, Pichón.

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