Mi hija mayor se pica con su prima pequeña porque la chica pinta mejor. Mi sobrina tiene un don, combina los colores objetivamente mucho mejor que mi primogénita y da trazos con más imaginación. Aprender que hay otros mejores y aceptar la crítica, me parece que están entre las grandes enseñanzas, lecciones de observancia obligatoria en esto de la tarea de educar; especialmente complicado pero esencial para formar carácter.

La crítica no le gusta a nadie, pero ser capaces de admitirla e ir perfeccionando la manera de ponerles buena cara parecen ser notas mínimas de tolerancia. Trabajar en una reflexión profunda y el análisis de la misma, a estas alturas, lo reservo para una minoría, élite moral.

Ahora que el campo de juego está tanto a pie de calle como en la nube, es tiempo de telerrelaciones, de cibertonteo y hasta de ciberpolítica. Mensajes breves, generalmente simples, frases cortas, fotos, muchas fotos, muchísimas fotos. Hace unos días, me contaba un amigo que dando una vuelta por las redes, había reencontrado a una antigua novia, con la que intentó un ciberacercamiento y, tras un mensaje educado y una pequeña broma, el silencio. Más que el silencio. El bloqueo radical. Lo que antes habría sido un abordaje -sí, tal vez más incómodo- un no vuelvas a escribirme, un mira no gracias, paso de ti, ha dado paso a un fácil, cobarde, inequívoco y simple movimiento de pulgar. Sentenciado en un segundo. Botón nuclear. Bloqueado.

Más allá de la anécdota, de la evidentemente frustrada segunda oportunidad de mi colega con la ex, concluimos que es una nueva forma de relacionarse y el bloqueo, un arma digna de analizar. Cuando eso traspasa frivolidades de redes y pasa a ser el instrumento más eficaz y feroz de la política local, no hay análisis, es preocupante, alarmante y según el asunto, puede ser realmente aterrador. En estos días, cuando desde muy distintos remitentes muchos hemos tenido acceso a la ocurrencia del alcalde de bloquear en Twitter a un conocido miembro de una de las organizaciones de la sociedad civil más numerosas de nuestra ciudad, nos hemos llevado las manos a la cabeza. Actitudes de sherrif despótico ante la crítica.

Las redes nos permiten precisamente estar al tanto de movimientos de muchos, de afines y oponentes, conocer opiniones, valoraciones y percepciones de variados. La pérdida de contacto con el suelo -el de la calle o el de la nube- puede ser lo peor en un político. Por aquí, seguiremos educando para que la primera reacción nunca sea bloquear a quien pinte más y mejor.

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