Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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La batalla del Manzanares

El Manzanares, aprendiz de río, escenario de nuevas batallas artificiales

Sorprende ver que siendo la poesía actividad tan lene, tan mansa y desinteresada, y el poeta un ser humano tan vulnerable y arrebatado, los escritores suelan dirigirse ponzoñosas pullas y dardos. En el Siglo de Oro, Quevedo odiaba a Góngora y en uno de sus sonetos deja caer la sospecha de su origen judío: “Yo te untaré mis obras con tocino, / porque no me las muerdas, Gongorilla, / perro de los ingenios de Castilla, / docto en pullas, cual mozo de camino”. Don Francisco, poeta inmenso, era un poquito misógino y antisemita; de vivir hoy, no se libraría del fuego y la ira de Netanyahu. Y Góngora, espejo de poetas trabajadores e inspirados, destilaba una mala leche no inferior a la de Quevedo. También en un soneto, afeándole una traducción del jonio Anacreonte, lo acusa de desconocer el griego y se muestra dispuesto a prestarle su ‘ojo ciego’ para mejorarla. Líderes de dos estilos enfrentados, el conceptismo y el culteranismo, trasladan su pugna al terreno personal. Lope y Góngora se llevaban tan mal, casi, como Isabel Ayuso y Rita Maestre, en la actualidad. También salió a relucir algún pato del Manzanares en su contienda literaria. Es fama que estas aves pululaban ya por el humilde río madrileño en nuestra edad dorada. Lope respetaba y admiraba al cordobés, y don Luis le correspondía con un distanciado desprecio. Góngora, cuyo concepto de la poesía era diametralmente opuesto al de Lope, abundó en ataques al dramaturgo, envidioso, quizá, de su éxito y de su asombrosa fecundidad teatral. No se corta un pelo el cordobés y tilda de ‘pato del aguachirle castellana’ (¿el Manzanares, acaso?) al autor de Fuenteovejuna, al que imagina graznando, incapaz de escribir “con ático estilo y erudición romana”. Parece que la pata del Manzanares, a la que se le hará la autopsia, al par que a las tres ancianas fallecidas en una residencia madrileña, murió de infarto y no por efecto de la mascletá. Es de suponer que a los mayores madrileños les inquietan poco las viejas luchas literarias. Y sí, el que la muerte de un pato interese más que la de los miles de ellos que fallecieron en la pandemia sin atención hospitalaria. Los responsables políticos acaso piensen que a ellos no les alcanzará el exterminio, pero todo hace pensar que la IA y Cronos, imitadores fieros de Ayuso, les segarán con su guadaña.

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