El balance de Feijóo

30 de diciembre 2025 - 03:06

El balance de fin de año de Feijóo coincide con el de la mayoría de los ciudadanos: España cuenta con un Gobierno que deja mucho que desear, en el que destaca la corrupción, junto a problemas que no se han resuelto sino que se han agravado, como son la vivienda, la desesperanza que vive la juventud, la falta de protección a las mujeres y a los mayores, el problema energético que se visualizó tan seriamente con el apagón, la falta de política eficaz contra la inmigración ilegal, la mala gestión de los fondos europeos, y la política internacional, entre otros asuntos especialmente serios.

Feijóo presentó al Gobierno de Sánchez como un proyecto al que falta la legitimidad de la mayoría necesaria, y se compromete a impulsar el mejor cambio para España. Bien. Es lo que está obligado a decir un líder de la oposición cuando todos los sondeos auguran que tiene altas probabilidades de convertirse en el próximo presidente del Gobierno.

Ha prometido regeneración y limpieza si llega ese momento, y ha hecho un anuncio que indica un cambio de actitud en el futuro: aspira a gobernar en solitario si alcanza la mayoría suficiente, pero también está dispuesto a gobernar conformando otras mayorías. Ya no pone pie en pared ante Vox, como ha hecho hasta ahora. Probablemente porque es consciente de que las urnas las carga el diablo, como bien sabe Guardiola y otros candidatos que anunciaron que jamás gobernarían con la ultraderecha, y sin embargo la extremeña se vio obligada a hacerlo en su primer mandato, aunque Vox no fue un compañero precisamente fiel, como tampoco lo ha sido en otros gobiernos regionales y municipales con los que pactó con el PP. Se comprende la decisión de Feijóo, aunque abrir la puerta a Vox no solo debe ser decepcionante para él sino también para multitud de militantes que detestan al partido de Abascal y que solo aceptarán un gobierno de coalición porque consideran prioritario que Sánchez abandone Moncloa, donde está devastando la sociedad española y desprestigiando sus instituciones y la imagen del país.

Pero, aunque se comprende la actitud de Feijóo, tiene por delante un tiempo que puede ser clave para no tener que caer en las redes de Vox, que evidentemente no dará gratis su apoyo a nadie. Lo hace además a costa del PP. Si Feijóo quiere ser el presidente de ese cambio que promete, ya puede ir tomando decisiones que debió tomar hace tiempo.

La primera, el equipo, que no cumple ni de lejos las condiciones que convierten en ilusionante un partido: empatía desde luego, pero también seguridad en su eficacia y en la capacidad de gestión. Feijóo tiene detrás el ejemplo de su trabajo en Galicia, pero como líder nacional todavía no se ha inaugurado: juega más a la contra que a presentar proyectos y posibles soluciones. Un político sólido no puede gobernar solo gracias al rechazo generalizado que provoca su adversario.

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