Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Un atropello

05 de febrero 2009 - 01:00

UNAS buenas mujeres esperan por la tarde el autobús y de pronto llega un tío y las arrasa. Esto es lo que ha ocurrido en Córdoba, en la avenida de las Ollerías, con un conductor de 22 años borracho de perfiles homicidas. La gente no comprende que los coches son un arma, y que la carretera o la calzada no son los circuitos destinados a una frustración. Junto a la Cuesta de San Cayetano, este hombre iba a una velocidad más alta que un espasmo sobre su Seat Ibiza negro, perdió el control del volante, hizo unos cuantos trompos y se llevó por delante a tres mujeres que esperaban mansamente el autobús, tres mujeres de 63, 65 y 77 años, además de impactar, al mismo tiempo, con unos cuantos vehículos aparcados cerca de la parada. Las víctimas no han muerto ni tienen lesiones graves, y esto es la mejor noticia no sólo para ellas mismas, sino también para la avenida, para la ciudad y para este casi homicida involuntario, ebrio de caballos y jactancia, de gasolina estulta, de una cierta idiotez en las revoluciones por minuto.

Poco después, estas tres buenas mujeres, hadas de la suerte redentora, protectora en su caso, llevaron en ambulancia sus contusiones a cuestas hasta el Hospital Reina Sofía. El coche del fenómeno, mientras tanto, era requisado por los agentes de la Policía Local, después de que el muchacho diera positivo en el test de alcoholemia, con el parachoques delantero abollado, como en su lateral derecho, y una de las ruedas totalmente desprendida del eje, después de haber arrollado a estas tres mujeres, a los coches y a todo lo que pilló esta perversión de Fitipaldi a su paso. Como suele ocurrir en estos casos, este conductor loco no requirió asistencia alguna, salió intacto del coche, salvo por los efectos terribles de resaca y un dolor interior, en el supuesto de que tenga algo de conciencia. Todo el mundo puede tomarse unos vinitos, las cañas o unas copas, todo el mundo puede hasta subirse a una farola muy en plan chiste, pero el tipo que borracho va y se sube a su coche, aunque sólo tenga 22 años, no es sólo un borracho o un idiota, sino que es un criminal probable o en potencia. Quien no aguante la bebida que no beba, quien no pueda conducir que no conduzca. Las cosas son muy fáciles, o deberían serlo, si en la ecuación se añaden la vida y la salud ajenas. Claro que cualquiera puede tener en su vida un momento Farruquito, pero dejas el coche en el arcén y vuelves a casa a gatas si hace falta. Y encima el tío sin un solo rasguño, con el coche cascado a base de arrollar a tres mujeres, anciana una de ellas, que esperaban el autobús con luz pacífica.

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